7/19/2010

El Legado de Juliano ( Tercera Parte )


Una vez convertido en Augusto de oriente y occidente llamé a Constantinopla a mis viejos amigos, los rabinos que tanto me habían ayudado antes de mi partida hacia occidente. Si antes habían sentido simpatía por mí, cuando les informé de mi proyecto de volver a construir un templo judío en Jerusalén, según el modelo original, me convirtieron en su héroe. Volví nuevamente a pedirles explicaciones sobre la historia de la crucifixión de Jesús-Johanan en Jerusalén, pues aparte de las contradicciones que ya me habían relatado, yo creía ahora que los autores de los evangelios la habían inventado en buena o en su mayor parte y que los hechos podían haber ocurrido de forma muy diferente a como los habían contado. Su respuesta, que a continuación te resumo, confirmó mis sospechas.
¡Según los maestros judíos, los detalles que aparecen en los evangelios en relación con la muerte de Jesús habían sido tomados de los mismos antiguos libros sagrados de su pueblo!, ¡eran simples copias de sus escrituras sagradas y no hechos históricos de la vida de Jesús, que aparentemente desconocían¡ Entre otros me suministraron los siguientes ejemplos:
- En Zacarías (9:9-10) “Mira, tu rey viene hacia ti, justo, salvador y humilde, viene montado en un asno, en un pollino cría de asna” se basa el relato correspondiente de la entrada de Jesús a Jerusalén. Los maestros me comentaron, respecto de este relato, que en Jerusalén no podían circular animales, pues ello mancillaba la santidad de la ciudad. Los animales destinados al sacrificio en el templo entraban por la puerta norte, pasaban por delante de la fortaleza Antonia y llegaban así al templo sin entrar en la ciudad. Este relato no se le podía haber ocurrido, por tanto, a nadie algo familiarizado con las costumbres judías.
- En Oseas (9:15) “Por sus hechos inicuos los expulsaré de mi casa” y en Zacarías (14:21) “Ningún mercader se verá en la casa del señor”, se encuentra la base del relato de la supuesta expulsión de los mercaderes del templo.
- En salmos (22:18) “Se reparten entre ellos mis vestidos y sobre mi ropa echan suertes” se encuentra la base del relato evangélico, “Los soldados mientras tanto echaban suertes para repartirse entre si las ropas de Jesús”.
-En salmos (68:22) “Y mezcláronme hiel en la comida, y en mi sed me abrevaron con vinagre” se inspiraron Juan (“Tengo sed. Estaba allí puesto un vaso con vinagre…”) o Mateo (“le dieron a beber vino mezclado con hiel”)
- En salmos (22:1) figura la frase que Jesús habría pronunciado, según los evangelios, antes de expirar: “¿Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado?

Si los relatos de la muerte de Jesús en Jerusalén eran en parte inventados o copiados de las escrituras judías, la versión de Pilatos de un Jesús enterrado en Sebaste, Samaria, después de ser apresado al borde del monte Garizín podía ser cierta, nada se oponía a ello. Para estar totalmente seguro, antes de emprender el proyecto que más adelante te contaré y que es el verdadero fin de esta carta, que abusa ya de tu paciencia, traté de corroborar el relato de Pilatos con los escritos de Flavio Josefo. Para mi sorpresa encontré lo siguiente en su libro “Antigüedades de los judíos”: “Los samaritanos no fueron tampoco exentos de revueltas. Un impostor quien hacía todo lo que estaba a su alcance para ganarse al pueblo les ordenó reunirse en el monte Garizín, que pasa por ser un lugar santo, prometiéndoles que les mostraría unas vasijas sagradas que Moisés había enterrado allí. Con esta esperanza tomaron las armas y asaltaron el pueblo de Tirathaba, pero Pilatos habiendo avanzado con su caballería y su infantería ocupó la montaña, los atacó cerca de este pueblo, los puso en fuga, apresó a muchos y mandó cortar la cabeza a los principales de ellos”.
El relato coincidía con las cartas de Pilatos a Tiberio, pero faltaba el nombre del impostor, lo cual resultaba sorprendente por cuanto Flavio Josefo se caracteriza en todos sus escritos por la meticulosidad de sus reseñas, en la cuales nunca faltan los nombres de los protagonistas, incluso en acontecimientos menos importantes que éste, que le valió a Pilatos la destitución de su cargo por parte de Vitelio y su regreso a Roma [Los libros de Flavio Antigüedades de los judíos y Guerra de los judíos son en muchos casos las únicas fuentes disponibles sobre buena parte de la historia antigua de Israel. Todos los expertos en el tema coinciden en afirmar que los mismos han sido objeto de numerosas interpolaciones y supresiones]. Era posible que este pasaje del libro de Flavio Josefo hubiera sido alterado por los copistas cristianos, pero en cualquier caso para mí era un indicio suficiente para inducirme a investigar la existencia de una tumba en Sebaste que fuera objeto de un culto cristiano. Me animó también a ello la curiosa coincidencia entre el nombre de “impostor” que Josefo da al líder de la rebelión y la forma en que los judíos se refieren al mesías Jesús en algunos pasajes de los evangelios, como Mateo (27:62-63) [“Al día siguiente, después del día de la preparación, los jefes de los sacerdotes y los fariseos se presentaron ante Pilatos. Señor--le dijeron--, nosotros recordamos que mientras ese impostor aún vivía, dijo: a los tres días resucitaré”] .
En espera de mi proyectado viaje a Antioquía, que me acercaría de Sebaste, solicité a mis rabinos que iniciaran una discreta investigación y me tuvieran al corriente.
Mientras reflexionaba sobre estos temas y sobre la forma de extirpar esta impía religión, sin recurrir a la violencia como ellos habían hecho con nosotros, mis rabinos me solicitaron audiencia con cierto nerviosismo y apresuramiento. Sospeché que me traían información importante y los recibí de inmediato. Según me relataron, atendiendo mi solicitud de investigar discretamente la existencia de alguna tumba fruto de algún culto cristiano en las cercanías del monte Garizín, habían en efecto encontrado un culto de este tipo, cerca de la capital de Samaria, Sebaste. Sin embargo, aparentemente el objeto del culto no era el mesías Jesús sino Johanan llamado por los cristianos el Bautista, quien habría sido decapitado y enterrado en ese lugar.
No puedes imaginar, Libanio, como la sangre empezó a correr mucho más deprisa por mis venas. Tal y como te he relatado, el verdadero nombre del mesías sacrificado por Poncio Pilatos, pretendidamente crucificado, era Johanan y así siguen denominándolo los descendientes de los judíos que emigraron hacia Persia después de la guerras del 66-70 y del 132-135, a los cuales se conoce como los mandeos, que significa “los que tienen el conocimiento” [Los misioneros jesuitas que los descubrieron en el siglo XVII los denominaron “cristianos de San Juan” y el Corán los denomina como sabeos, nombre que se refiere al bautismo que practican sus fieles]. Los primeros cristianos alejandrinos, a quienes después la Iglesia triunfante calificó como herejes gnósticos, interpretaron al mesías como un ser espiritual y por tanto abandonaron muy pronto el nombre Johanan que hacía referencia a un ser terrenal, prefiriendo el nombre de Jesús o “salvador”, que era el mismo que en la religión de Zaratustra, que les había influenciado considerablemente, daban al mesías de los últimos tiempos [La figura judía y después cristiana del mesías de los últimos tiempos es idéntica al mesías de la religión de Zaratustra, el salvador Saoshyant, el cual precede en varios siglos al mesías judío y a Jesús]. Los cristianos de la Iglesia triunfante habían desdoblado, a su vez, al mesías histórico en dos personajes: un Jesús crucificado en Jerusalén y un Johanan, que lo habría precedido, que había sido decapitado, según Flavio josefo, en la fortaleza de Maqueronte, al este del Jordán. ¿Por qué este desdoblamiento? simplemente porque el mesías que habían inventado debía morir crucificado, al igual que Osiris, Atis, Set y otros Dioses que se representaban de esta forma y a los que pretendían reemplazar en las creencias populares. Como el verdadero mesías, Johanan, había muerto decapitado, luchando contra Roma, necesitaron crear la ficción de dos mesías distintos, pues la memoria de Johanan era demasiado fuerte para ser borrada totalmente.
Si la noticia que me daban mis queridos rabinos era cierta, íbamos a poder probar el fraude de la supuesta resurrección, del muerto al que los cristianos adoran como un Dios [Juliano se refiere de esta forma al mesías cristiano en varios de sus escritos]. Íbamos a poder mostrar al nuevo Dios galileo, al que en sus cuentos los cristianos anuncian como eterno, desprovisto de la dignidad imaginada, merced a sus poco dignas muerte y sepultura [Juliano utiliza también esta frase en su carta a Fotino, obispo de Sirmium]. Podíamos incluso esperar que los galileos regresen al culto de aquel a quien desde la eternidad ve todo el género humano, y observa y venera y, al ser venerado, nos beneficia, me refiero al gran Helios, imagen viva, animada, inteligente y benefactora del padre inteligente.
Agradecí a los judíos su información y decidí apresurar mi salida hacia Antioquía, desde donde me proponía dirigirme a Sebaste y desenterrar lo que hubiera en la tumba del supuesto bautista.
Lo que encontré, gracias sin duda a los favores de Helios y de Mitra su inseparable compañero, está en este mismo cofre. Es nada menos que la prueba que te permitirá exponer a todos los hombres que la maquinación de los galileos es la invención de unos hombres compuesta por maldad. Es nada menos que el acta de acusación de Johanan, también conocido como el mesías Jesús, hijo de Judas, nacido en Gamala, que Pilatos confesaba en sus cartas haber enterrado junto con el cuerpo del mesías derrotado en Tirathaba, al borde del Garizín, coincidiendo en su narración con Flavio Josefo.
Como te dije al principio, no he querido dejar la posibilidad de que los galileos propaguen el rumor de que este descubrimiento fue una invención mía. Por eso te adjunto testimonios del puño y letra de quienes me acompañaron y presenciaron la exhumación del cadáver. También te adjunto el manuscrito original de mi libro contra los galileos, que permitirá contrastar su letra con la de esta carta y preservarlo de las persecuciones que, si muero, sobrevendrán sin duda contra los defensores de nuestra antigua religión.

La carta de los testigos y el acta de acusación

Nosotros, Juliano, conde de oriente [Hermano de Basilina, la madre de Juliano Augusto
], Vadomar, duque de Fenicia y Salucio Segundo, prefecto del pretorio, hemos sido honrados por Juliano Augusto, para acompañarle y certificar la veracidad de la exhumación de un cadáver en la ciudad de Sebaste y relatar los hechos que la rodearon, a lo cual precedemos acto seguido.
Sebaste, antiguamente conocida como Samaria, antigua capital del reino de Israel, fue reconstruida por Pompeyo en el año 691 [63 a.n.e. Los romanos contaban los años a partir del 754 en que fue fundada la ciudad de Roma o, más frecuentemente, por los periodos de los cónsules o de los Emperadores] y entregada por Octavio Augusto a Herodes el año 727 [27 a.n.e], quien cambió su nombre de Samaria por el de Sebaste, en honor de Augusto [Sebaste es el femenino de Augusto en griego]. La ciudad fue nuevamente destruida al principio de la guerra del año 820 y reconstruida en parte por el Emperador Lucio Septimio Severo alrededor del año 954, como colonia romana. La ciudad actual no es ni sombra de lo que fue, numerosos vestigios de su antiguo esplendor, como su teatro, su foro, su calle principal flanqueada por hermosas columnas y su muro exterior no han sido restaurados y se encuentran parcialmente en ruinas
La ciudad antigua se encuentra asentada sobre una suave colina, a la cual se llega por un camino serpenteante, tallado sobre el borde inferior de la montaña, de forma que el borde derecho da sobre la montaña y el borde izquierdo cae sobre el fondo de un estrecho valle. En este borde inferior, a pocos estadios de la ciudad, se encuentra una pequeña iglesia, a la cual se encuentran adosadas, en forma perpendicular, algunas criptas, una de las cuales es objeto, por parte de los cristianos de la ciudad, de enorme veneración, por cuanto afirman que contiene los restos de Johanan, decapitado, según sus libros sagrados, por el tetrarca Herodes Antipas.
Juliano Augusto, en nuestra presencia, mandó abrir la cripta que contenía los pretendidos restos de Johanan, no sin graves altercados promovidos por el obispo cristiano de la ciudad, al punto que nuestros soldados debieron aislar el lugar y repeler por las armas varios intentos de agresión de una turba enfurecida.
No es necesario divulgar los detalles del hallazgo. De acuerdo con la voluntad del Augusto, solo es preciso dejar constancia de que efectivamente encontramos los restos de un cadáver, en cuyo pecho se encontraba clavada una tablilla de madera con la inscripción en griego, latín y hebreo, que transcribimos a continuación:
“Yo, Lucio Poncio Pilatos, prefecto de Roma en Judea, Samaria e Idumea, he condenado hoy, décimo día del mes de iyar del calendario judío del año 21 de Claudio Tiberio César [Tiberio fue Emperador desde el año 14, por lo que se trata del año 35 de nuestra era, en el mes de iyar judío que recubre parte de abril y de mayo (los meses del calendario judío inician con la luna nueva)] a la muerte por decapitación a Johanan Bar Judas, nacido en Gamala, conocido por los lestai [Se ha mantenido el término griego de lestai, equivalente a bandido, por cuanto es también el apodo que Flavio Josefo da en sus obras a los zelotes] [Cristo Jesús en la versión griega del acta] de Israel. He condenado asimismo a muerte a los demás lestai apresados junto con él durante la insurrección contra Roma, que trataron de llevar a cabo en el monte Garizín. Johanan es el mismo mesías que encabezó durante la fiesta judía del pasado mes de Nisán, a la que llaman Pesaj [La Pascua] un violento ataque contra la ciudad y el templo de Jerusalén, al frente de los lestai a quienes los judíos conocen como zelotes. Después de lograr escapar de la justicia romana intentó un nuevo levantamiento que mis tropas pudieron reprimir, después de una enconada lucha con sus numerosos seguidores. Para evitar riesgos de un nuevo intento de escape, he ordenado proceder a la decapitación inmediata de Johanan y sus seguidores en vez de la crucifixión, que hubiera sido el castigo adecuado para un tan grande enemigo de Roma.” que lo han seguido hasta ahora como el mesías salvador
Dado en testimonio de los hechos relatados el día 21 del mes de octubre del segundo año de Juliano Augusto [362].
Siguen firmas del conde Juliano, de Vadomar, duque de Fenicia y del prefecto del pretorio Salucio Segundo

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