7/06/2010
JESUS NACIO 3000 AÑOS ANTES DE CRISTO
Echemos una mirada al libro de la historiadora Claude-Brigitte Carcenac Pujol:
El mito cristiano tiene precedentes claros y concretos en la mitología egipcia.
El Cristo descrito en los cuatro evangelios sinópticos es un precipitado de mitologemas anteriores. ¿Los evangelios son sólo un cúmulo de tradiciones anteriores o los Lucas, Mateo, Juan y Marcos (suponiendo que existieran) "ambientaron" una historia real con los datos de su "sueño cultural"?.
El faraón del Antiguo Egipto: era considerado “hijo de dios”. El faraón era a la vez humano y divino: como luego Jesús. Su concepción le era anunciada a la madre: como luego la de Jesús. El faraón mediaba entre dios y los hombres: como luego Jesús… El faraón resucita: como luego Jesús. El faraón asciende a los cielos: como Jesús…¿Jesús, un clon del faraón?
El Padrenuestro se encuentra en un texto egipcio ¡del año 1.000 a.C.!, conocido como “Oración del ciego”. Y en ese mismo texto están, también, las que luego serán las Bienaventuranzas de Jesús...toda la teología del Antiguo Egipto asomará luego en Jesús. Ya el Antiguo Testamento (600 a.C.) está impregnado del monoteísmo del faraón Akenatón (1360 a.C.).
Punto por punto, raro es el pasaje novotestamentario que no tenga precedentes, a veces turbadores, en la religión egipcia y es un hecho evidente que la historia de estos dos pueblos antiquísimos, el hebreo y el egipcio, debieron tener a lo largo de los siglos múltiples contactos e intercambios. Mutuas influencias en ambos sentidos, que hacen difícil separar lo que es de cada cual. Al fin y al cabo los hinterland respectivos están muy cercanos, no olvidemos que la brecha de Suez es muy reciente en la historia.
El trabajo de quien escribe el libro es sistemático y abundan los cuadros comparativos donde se contrastan los cuatro evangelios cristianos con diversos mitos egipcios. Y las similitudes son, frecuentemente, turbadoras…
Es apasionante. ¿no es acaso san Pedro con sus llaves muy parecido al Anubis Psicopompo?
H. Brunner, entre otros, ya señaló hace tiempo que la narración de la infancia de Jesús en los evangelios es inimaginable sin la influencia de mitos egipcios.
La propia María, sería una Mirjam ("vidente" o "dama"), nombre egipcio que significa "La Amada de Amón".
La huída de Jesús y María hacia Belén recuerda sorprendentemente el viaje de Isis a las tierras del Delta, acogida finalmente en la casa de un modesto pescador.
Sorprende también la anunciación bíblica a los pastores, por cuanto, en Israel, era un gremio bastante desprestigiado y equiparado a los ladrones. De hecho su testimonio no era válido ante un tribunal. Así que resulta extraño que los ángeles los eligieran para "dar fe" de la llegada del Salvador.
También la ofrenda de oro, incienso y mirra, que hacen los Magos, pertenece al mundo egipcio, pues estas son las tres "emanaciones" o secreciones de los dioses.
Hasta la circuncisión parece tener un origen egipcio, aunque no estaba tan extendida como entre los judíos.
Pero es la fábula de Osiris la que más parecidos guarda con la vida de Jesús. Tantos que parece difícil no establecer el origen del mito cristiano en el antecedente egipcio.
La creencia en un Salvador o Mesías (llamado además, El Hijo del Hombre) es recurrente en Egipto, durante siglos.
También Horus (definido como El Camino, la Verdad y la Vida) recuerda mucho a Jesús y otro tanto podría decirse de la "pesca de almas" (representada incluso gráficamente en algunos bajorrelieves egipcios), del Juicio Final (con balance y pesaje de almas incluido), así como el Infierno y el Cielo.
Conceptos tan familiares al cristianismo como es la execración de las riquezas y la condena de los ricos, lo mismo que la exaltación de la pobreza, son también de origen egipcio: "Si una cosa te pertenece, da una parte a Dios, es decir a los pobres" y hay en el mundo nilótico conceptos muy semejantes a las Bienaventuranzas.
Hasta la comunión, con las dos especies, recuerda al consumo de la sangre de Osiris… sino fuera porque es idéntico a los ritos mitráicos, mucho más recientes ofrece su sangre en una copa de vino, a fin de que al beberla Isis no le olvide después de su muerte. El episodio es dramático y se parece muchísimo a la institución eucarística en la que Jesús, como Osiris, al tener presciencia de su muerte, teje, en un último símbolo, lazos postreros con sus allegados y los continuadores de su obra, los apóstoles. Los fieles egipcios, llegados al cielo, degustarán el "pan de la eternidad" y la "cerveza de la eternidad".
Podemos equiparar el episodio en el que el faraón Ramsés II durante una batalla se ve separado del grueso del ejército y está a punto de morir, con el episodio del monte de los Olivos. Ramsés se sienta abandonado de su padre Amón y se queje amargamente de su soledad (y aunque se ofrezca una comparación estructural: la soledad del personaje principal, el abandono de por sus compañeros, el peligro de muerte, la oración, los reproches dirigidos a los compañeros…)
Los ejemplos, en fin, son numerosos. Algunos de estos "mitologemas estructurales" son muy convincentes y evidencian una hermandad espiritual evidente.
La cultura egipcia es la que puede darnos muchas claves de los mitos novotestamentarios.
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