El periodista y documentalista David Segarra desgrana en esta entrevista de dos horas el relato pormenorizado de toda la travesía del Mavi Marmara. Desde el asalto y el traslado a las cárceles israelíes hasta la liberación y el viaje de regreso a Turquía junto con el resto de los activistas. Segarra vive y trabaja desde hace tres años en Caracas (Venezuela). A través de su productora Guarataro Films dirige documentales sobre la realidad sociopolítica y cultural de Venezuela y América Latina para diversos canales de televisión del país caribeño. Sobrevivió a la masacre de los comandos especiales pero todo su material audiovisual fue robado por el ejército israelí. Ahora, sentado frente al mar mediterráneo en Valencia, su ciudad natal, recuerda el particular infierno que protagonizó el Tzahal en alta mar y cómo, en vez de acabar en Gaza entregando ayuda humanitaria (lápices, libros escolares, material sanitario), fueron secuestrados en aguas internacionales y encarcelados en una prisión israelí.
EL ATAQUE DEL EJÉRCITO ISRAELÍ:
¿Cómo fue el momento en que detectasteis la presencia militar israelí?
A las diez de la noche ya se detectan por los radares del barco y visualmente ya detectamos las dos luces a los lados. A partir de ahí digamos que empieza un poco la tensión, pero el ataque se retrasó seis horas (fue aproximadamente a las cuatro de la mañana). 40 minutos antes cayeron las comunicaciones, se extendió tanto que no había tensión. Se retrasó tanto que la gente se tranquilizó, muchísima gente estaba durmiendo, otros estaban trabajando en prensa hasta que se cortó la comunicación, otros estaban en cubierta. Yo salí a hacer entrevistas y a las cuatro es cuando empieza el ataque. Lo primero que vimos es que esas luces, de repente, se convierten en barcos enormes. No tengo conocimientos militares marítimos, no sé si eran fragatas o destructores pero te puedo decir que eran barcos de guerra armadísimos con misiles y cañones. Era una fuerza de la armada importante. Ahí es cuando vimos las enormes zodiacs, cargadas hasta los topes, eran racimos de comandos encapuchados con pasamontañas y armados hasta los dientes. Los focos del barco trataban de ubicarlos y localizarlos y los iban siguiendo. Ahí es cuando vimos que eran reales, que ya no eran barcos, eran personas con armas, los veías. Yo me puse con la cámara, le di al zoom, y les veías las caras, a pesar de estar encapuchados, les veías los ojos, les veías que estaban mirándote.
¿Qué hiciste en ese momento?
Filmé las zodiacs durante cinco o diez minutos desde la borda cercana a la sala de prensa y como ví que no podian acercarse al barco por el movimiento, fui a la parte posterior del barco, subí un piso y allí me encontré con el set de televisión que estaba montado emitiendo por el satélite. Había una persona retransmitiendo el ataque, había mucho nerviosismo porque ya estaban rodeándonos. Yo grabé cómo retransmitían en directo, me encontré gente corriendo a todos lados y, mientras estaba grabando esa última retransmisión, mi cámara casi se va volando porque había un viento huracanado, y ahí es cuando levanté la vista y vi un helicóptero de transporte militar justo encima de nosotros, con una fuerza de la hélice enorme que te hace volar la cámara. Todo (las banderas, las cosas de poco peso que estaban por el suelo) estaba volando. Mantuve la cámara como pude y me puse a grabar el helicóptero. A los pocos segundos lanzaron cuerdas y empezaron a caer los comandos en rápel. Eso fue un choque psíquico pero también físico -sientes un nudo en el estómago- pero en vez de echarte para atrás, lo que te hace es seguir. Grabé cómo caían y mi reacción fue acercarme a ellos. Me acerqué mucho más a ellos, hacia donde estaban cayendo, subí por unas escaleritas y me encontré ya la batalla. Todos los activistas tratando de resistir, lanzándose con sus cuerpos contra los comandos. Ya era una melé, una batalla campal entre comandos y activistas. Grabé allí un poco pero la violencia era extrema y me bajé por una escalera. Bajé al primer punto donde me encontraba, al lado de la sala de prensa, donde había empezado mi recorrido y allí me encontré con Laura y Manuel, de los que me había separado, y con otros periodistas y activistas que se estaban moviendo. Y desde ese lateral de abajo grabamos el helicóptero que todavía estaba en alto y los comandos. En ese momento nosotros fuimos conscientes de que estaban disparando a mansalva desde el helicóptero y desde la primera borda. Laura dice que vió también desde las lanchas disparando. Había una lluvia de balas pero no nos imaginábamos que eran balas de verdad. Pensábamos que eran bolas de goma, material antidisturbio, porque allí lo que estaba sucediendo era una pelea como la que puede haber en cualquier manifestación. Hasta que, a los dos minutos, empezamos a oir explosiones y pensábamos que eran gases lacrimógenos. De hecho, se repartió cebolla, mira los medios tan sofisticados de que disponía el barco. Nos dieron la cebolla para que nos la pusiéramos en la nariz. Bueno, nos pusimos cebolla, altísima tecnología la del barco para la resistencia... Entonces empezó esa lluvia de balas y explosiones e, inmediatamente, vimos a una persona con la pierna reventada, un agujero enorme sangrando y ahí es cuando nos dimos cuenta de que de verdad eso era real. Seguimos grabando un poco, Manuel grabó un poquito más, yo le empecé a gritar que se metiera, que le iban a matar y al final se metió. El americano aguantó un poquito más aún y le empezamos a gritar que se metiera, que le iban a matar y se metió. Nos metimos todos porque eso era ya insostenible, y fuimos hacia la cabina que era como la nave central del barco donde se encontraban las escaleras que conducian hacia arriba, hacia abajo, hacia los diferentes niveles y a la sala de prensa. Era el centro de todo. Subí por las escaleras otra vez, pero desde dentro, no desde fuera. Fuera estaba la batalla, y ahí me encontré dos puertas laterales donde había decenas de activistas tratando de resistir. Me asomé un poco por las puertas y fuera había otros activistas peleando con los comandos, grabé un poco y allí es cuando tomé conciencia de que esto era una puta locura y una masacre. Empezaron a entrar decenas de heridos y posteriormente fallecidos, con balas, con tiros por todos lados, sangre por todos lados. Una puta locura... La gente ayudando... Me acuerdo de que Manuel, con la cámara en la mano, cargó a uno de los heridos. Todo el mundo estaba tratando de ayudar. Estaba la diputada árabe-israelí tratando de ayudar a la gente, estaba Osama ayudando a la gente. Estaban la marroquí y la argelina belgas, estaba Wasima y el americano, estaba el camarógrafo turco. Todos los que habíamos conocido tan tranquilamente y tan pacíficamente aquellos días estaban allí en medio de la locura. Iban bajando heridos y heridos.
CIVILIZACIÓN FRENTE A BARBARIE:
“Ví cómo se curaron las heridas de los soldados y se les aislaba para que nadie les hiciera nada. Se les desarmó y se les curó”
¿Qué pasó con los soldados momentáneamente detenidos por los propios activistas? ¿Fueron golpeados o maltratados tras su 'arresto'?
En determinado momento vimos también cómo bajaban dos soldados israelíes que habían sido detenidos por las personas del barco. Fueron desarmados. Me contó una de las personas que lo primero que hizo fue desarmar al soldado para que no pudiera asesinar a nadie, pero, y eso es lo fundamental (estamos hablando de que había muchos muertos entre las personas que iban en el barco y decenas de heridos) cuando agarró la pistola del soldado, lo primero que hizo fue sacarle el cargador y tirar las balas para que ni él, ni el soldado, ni nadie, pudiera usarla. Lo que hizo fue inutilizar el arma. Les quitaron todas las armas, se inutilizaron, se bajó a esas personas, se les curó las heridas, eso lo ví, como se les defendía para que nadie les hiciera nada, se les aisló de las personas en una sala inferior para que nadie les pudiera hacer nada, los desarmaron y les curaron. Creo que finalmente fueron cuatro los soldados capturados -no lo sé- yo ví dos, tal vez fueran cuatro. Luego, a lo largo de la batalla, cuando ya había diez muertos y decenas y decenas de heridos, los activistas soltaron a estos comandos, se les entregó a su ejército sanos y salvos, curados y desarmados, todo ello teniendo en cuenta que ellos habían asesinado a muchas personas. Eso es importante para que se vea la diferente catadura moral de los dos bandos: un bando armado hasta los dientes frente a un bando desarmado que cura a su enemigo, lo proteje y lo libera. Creo que eso es fundamental.
¿Cómo acabó el enfrentamiento violento del asalto?
En determinado momento desde la sala de control del barco, por megafonía, se empieza a hacer un llamado a los soldados para que no sigan asesinando a las personas desarmadas, se hace un llamado a los activistas para que no ofrezcan más resistencia porque es suicida y hay muchos muertos. Se llama a los israelíes a que evacuen a los heridos de bala, a lo que se negaron. Algunos murieron por falta de asistencia médica, no fueron evacuados a tiempo. Los israelíes estaban usando toda su potencia de fuego militar y ya no tenía sentido una resistencia desarmada contra esa fuerza. Entonces los periodistas nos retiramos a la sala de prensa, algunos se sentaron en el suelo, otros en las butacas, con nuestras cámaras y esperamos allí a que llegaran los comandos.
¿Cómo fue el contacto con los israelíes tras los asesinatos?
Fueron llegando, rodearon la sala de prensa, ya los vimos mirándonos. Eran gente enorme, de dos metros, con visores nocturnos, cámaras en los cascos, granadas de todo tipo en sus pechos. Puedo recordar que llevaban todo tipo de armas, recuerdo pistolas de 9mm, ametralladoras con todo tipo de visores, lanzadores de botes de humo, chaleco antibalas, vestidos de verde militar combinado con negro. Eran enormes, personas muy entrenadas y con una gran capacidad militar. Se apostaron en todas las ventanas de la sala de prensa y nos empezaron a apuntar, escondidos desde los marquitos de las ventanas, abrieron una de las puertas laterales, y nos fueron indicando, uno a uno, a los miembros de la prensa que saliéramos, muy lento, con un protocolo muy lento. Estaba claro que sus mandos y oficiales les habían dicho que allí iban a encontrarse con terroristas, capaces de inmolarse y asesinarles. Nosotros estábamos impresionados de que, siendo nosotros la prensa, los tipos estuvieran aterrorizados de nosotros. Estaban uno por uno apuntándonos a los miembros de la prensa con sus armas, aterrorizados. Primero salieron los turcos, que estaban en la sala de la derecha, y, en determinado momento, me tocó a mi. Un momento antes estaba viendo al soldado que me estaba apuntando con la ametralladora y le podía ver la cara por la apertura del pasamontañas, era blanco con ojos azules. Me apuntaba y yo estaba con las manos en alto mirando al suelo, bien tranquilo, y en determinado momento me giré y le miré a los ojos y él se puso nervioso de que yo le mirara, le temblaban las manos y apartó la mirada. Eso para mi fue muy significativo del estado psicológico de esas personas que son capaces de asesinar precisamente por ese terror que les han infundido sus propios oficiales superiores. Personas que están aterrorizadas de personas indefensas, desarmadas, apuntados con armas. Es inconcebible pero era así.
¿Y qué sucedió a continuación?
Bueno, nos sacaron uno por uno, nos despojaron de todo, nos registraron, nos quitaron todo el material y nos llevaron a la borda donde nos encontramos a todas las personas detenidas allí. Especialmente los que eran musulmanes, los tenían de rodillas, había una discriminación clarísima respecto a estas personas. Se llenó de cientos de comandos, de policías de fronteras, todos enmascarados, todos encapuchados. Finalmente evacuaron a los heridos pero, por supuesto, ésta no era su prioridad, con lo cual algunas vidas se perdieron pero para ellos sólo son números. Es como decía el embajador de Israel en España, no murieron 100 o 200 personas, sólo fueron diez. Y es verdad, es que sólo fueron diez. ¿Cuánta gente murió por no ser evacuada? ¿Uno? ¿Dos? ¿Tres? Según sus cálculos eso no es nada
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