8/14/2010

Monjas Violadas


LOLA GALÁN | Roma
Centenares de monjas en 23 países, la mayoría en África, han denunciado haber sufrido abusos sexuales, a veces sistemáticos, por parte de sacerdotes y misioneros. Los datos figuran en varios informes de la religiosa Maria O'Donohue y en otro de Maura McDonald, publicados por la revista norteamericana National Catholic Reporter. El portavoz vaticano, Joaquín Navarro Valls, reconoció ayer que el problema es 'conocido' y que 'se está afrontando', pero lo circunscribió a 'un área geográfica limitada' refiriéndose a África, aunque sin mencionar el continente.
Los abusos sexuales dentro de las congregaciones religiosas comenzaron a denunciarse en los años noventa. El 18 de febrero de 1995 la religiosa Maura O'Donohue, coordinadora del programa sobre el sida de Caritas Internacional y del Cafod (Fondo Católico de Ayuda al Desarrollo), presentó un informe sobrecogedor al presidente de los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, el cardenal español Eduardo Martínez Somalo. El cardenal, sorprendido por las dimensiones del problema, encargó investigar la situación a un grupo de trabajo presidido por O' Donohue.
La nueva investigación dibujó un panorama aún más inquietante. La lista de abusos es variada y descorazonadora: el informe incluye casos de novicias violadas por los sacerdotes a quienes tienen que solicitar los certificados oportunos, habla de médicos de hospitales católicos que se ven asediados por sacerdotes que les llevan 'a monjas y otras jóvenes para abortar'. O'Donohue cita un caso extremo, el de 'un sacerdote que obliga a abortar a una monja, ella muere y él oficia la misa de difuntos' por la joven fallecida.
Peso de las culturas
Aunque el informe, recogido ayer por el diario italiano La Repubblica, recoge denuncias de abusos en 23 países, de Burundi a Filipinas, de India a Colombia, de Irlanda a Italia y a EE UU, lo cierto es que el grueso de los casos se produce en África. Los progresos de la Iglesia en ese continente, donde el aumento de las vocaciones y el incremento de fieles son incesantes, podrían ser tan grandes como superficiales a tenor de estos datos que reflejan el peso enorme de las culturas propias, incluso en los hombres y mujeres que han optado por la vida religiosa. Sin especificar el nombre del país, el informe reconoce que determinadas culturas representan un serio inconveniente para el mantenimiento de los principios de la vida religiosa. En el continente africano, explica el texto, es 'imposible para una mujer rechazar a un hombre, sobre todo si es anciano y en especial si es un sacerdote', y la cultura está lejos de favorecer el celibato.
Son situaciones agravadas por la extensión del sida, como viene a demostrar otro informe redactado por la misma religiosa y entregado a las autoridades eclesiásticas en 1994. O'Donohue comprobó que el fenómeno del sida había convertido a las religiosas en un grupo 'seguro' desde el punto de vista sanitario, lo que aumentaba el interés de los sacerdotes por ellas. A este respecto se cita el caso de la superiora de un convento que fue contactada por unos sacerdotes interesados en mantener relaciones sexuales seguras con las religiosas.
En el informe de O'Donohue se habla de religiosos que piden a las monjas que recurran a la píldora y, en concreto, se alude a una comunidad religiosa femenina en la que la superiora solicitó la intervención del obispo tras comprobar que una serie de sacerdotes de la diócesis habían dejado embarazadas a 29 monjas. La reacción del obispo fue fulminante: la superiora 'fue suspendida' y sustituida por otra religiosa.
Estos datos han sido avalados por otro informe presentado en 1998 por Marie McDonald, superiora de las Hermanas Misioneras de Nuestra Señora de África, en el que se pasa revista a las diferentes estrategias de acoso. Unas veces son sacerdotes que reclaman una especie de contraprestación sexual a cambio de la confesión. Otras el abuso se produce a partir de 'una dependencia financiera de las monjas de sacerdotes que pueden pedir a cambio favores sexuales'. McDonald está convencida de que hay que actuar con rapidez para atajar un problema que aumenta, y no parece satisfecha de la línea de actuación más bien tímida iniciada por el Vaticano.
Una línea que Navarro Valls resumió ayer así: 'La Santa Sede está tratando la cuestión en colaboración con los obispos, con la Unión Superior de Generales y con la Unión Internacional de Superiores generales. Se trabaja en la doble vertiente de la formación de las personas y de la solución de cada caso particular'. En su comunicado el portavoz vaticano recuerda, no obstante: 'Unas cuantas situaciones negativas no pueden hacer olvidar la fidelidad con frecuencia heroica de la gran mayoría de los religiosos, religiosas y sacerdotes'.

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