Ah, la democracia! Fue una maravilla mientras duró, porque si la esencia de la democracia es elecciones honestas y limpias, ya no existe la democracia. Estas elecciones han sido compradas y vendidas por la Cámara de Comercio de EE.UU. y Karl Rove. Y a nadie le importa.
Estos son los hechos. En las elecciones parciales de este año, la Cámara está gastando de $75 a $80 millones de dólares en comerciales de TV para elegir a sus acólitos a la Cámara de Representantes y el Senado. Con excepción de un puñado de demócratas, todo el dinero va a manos de candidatos republicanos.
¿Quién suministra a la Cámara esta montaña de efectivo? ¿Las compañías petroleras? ¿Los bancos? ¿Las firmas de seguros? Nadie lo sabe... excepto la Cámara y sus fuentes corporativas. Porque según la reciente decisión del Tribunal Supremo en el caso de Ciudadanos Unidos, la Cámara ya no está obligada legalmente a revelar el nombre de sus donantes. Y ella se niega a hacerlo.
Reportado por primera vez por Think Progress, la Cámara también recibe significativas contribuciones políticas de manos de más de 80 compañías de propiedad extranjera en 115 países, y esos fondos son depositados en la misma cuenta 501(c)(6) que se usa para pagar anuncios políticos. Si ustedes le creen a la Cámara, ellos separan cuidadosamente su flujo de ingresos, de manera que no se utiliza ni un dólar del extranjero para pagar anuncios de campañas –lo cual, por supuesto, sería ilegal. Eso parece improbable, si no imposible. Pero de nuevo, nadie sabe la verdad. Porque no tiene que revelarse.
Además de la Cámara, otros comités secretos han surgido, incluyendo "American Crossroads," creado por Karl Rove y el ex presidente del Comité Nacional Republicano Gillespie, el cual ya ha alcanzado su objetivo de recaudar $50 millones para el apoyo a los candidatos republicanos al Congreso. Conjuntamente con la Cámara, pronostica Fred Wertheimer, presidente de Democracy 21, esos grupos gastarán más de $200 millones en las elecciones parciales de este año –más que la cifra combinada de ambos comités nacionales, el demócrata y el republicano.
Independientemente de que estén implicados fondos extranjeros o no, la enorme cantidad del gasto de intereses especiales secretos en estas elecciones debiera preocupar a todos los norteamericanos, porque socava gravemente nuestro proceso democrático. Incluso aunque no podamos escapar de la avalancha de anuncios por TV, al menos debiéramos saber quién los paga, tal como argumentó el presidente Obama al anunciar su apoyo a la Ley de Revelación de este año: “Por supuesto, cada organización tiene todo el derecho a que se oiga su voz en este país. Pero el pueblo norteamericano también tiene el derecho de saber que un grupo como ‘Ciudadanos a Favor de un Futuro Mejor’ en realidad está financiado por ‘Corporaciones por Controles Más Débiles’.” Esa legislación, que obligaría a la revelación a todas las organizaciones, ya sean el Club Sierra o el Gran Club del Petróleo— fue rechazada en el Senado después de que la Cámara de Comercio de EE.UU. realizara un fuerte cabildeo.
Y apenas Obama había repetido su llamado en favor de la revelación total de los gastos para las elecciones parciales, Karl Rove y la Cámara pusieron el grito en el cielo. Bruce Josten, cabildero principal de la Cámara, se quejó de la “táctica calumniosa” del presidente. Rove llegó a acusarlo de tener una “lista de enemigos”, de lo cual, por supuesto, Rove debe saber algo. Pregúntenle a Valerie Plame.
El lloriqueo de Rove es particularmente sospechoso, teniendo en cuenta de que hasta la decisión del caso de Ciudadanos Unidos por parte del Supremo, fueron los republicanos, no los demócratas, los que insistían en la revelación total. El proceso político “debe tener revelación total, revelación total de todo el dinero que recaudamos y de cómo se gasta”, dijo el Líder de la Minoría de la Cámara de Representantes John Boehmer en el programa “Meet the Press” en febrero de 2007. “Y creo que la luz del sol es el mejor desinfectante”. Pero eso era en otros tiempos,. Los republicanos estaban a favor de la revelación antes de estar en contra.
En última instancia, ¿a quién quieren engañar? Hay una sola razón por la que Rove y la Cámara de Comercio no quieren que se revele el nombre de los donantes. Porque no quieren confirmar lo que ya sabemos: que los que pagan los anuncios son los bancos que desean regresar a los viejos tiempos de sus prácticas de rapiña; las compañías petroleras que no quieren restricciones acerca del lugar y de cuando perforan; y las firmas de seguro que quieren volver a negar cobertura sobre la base de una afección médica previa. Quieren tener en la Cámara y el Senado más votos en contra de los consumidores, y están dispuestos a pagar cualquier precio –y quizás hasta a violar la ley— para obtenerlo.
Eso es lo que nos espera en 2010. Con $200 millones en contribuciones secretas, los intereses especiales ya han comprado y vendido estas elecciones. Estoy impaciente por ver cuándo dinero van a gastar en 2012.
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