Cada año, millones de hogares alrededor del mundo celebran con júbilo una de las más grandes y difundidas tradiciones de las que se tiene registro en la historia de la humanidad: la Navidad. Desde hace ya varios siglos, el 25 de diciembre ha sido una fecha clave no sólo dentro de la religión cristiana, sino también dentro de otras religiones alrededor del mundo.
Muerte y resurrección
El hongo: una de las formas de vida más extrañas. No es una planta ni un animal. No sólo parece surgir de la nada, podría decirse que es capaz de nacer en donde hay muerte. Se les encuentra en los lugares más extraños, y extrañas y variadas son sus formas. El hongo puede alimentar, puede curar, puede matar definitivamente o sólo por un momento, para luego mostrarnos la vida otra vez. El hongo es un nexo entre la vida, la muerte, lo que hay entre ambas y lo que hay después.Remontándonos a tiempos ancestrales, muchos años antes de que la Biblia, o siquiera la religión cristiana comenzara, muchas culturas realizaban ya ritos y celebraciones religiosas en torno al infinito ciclo de la vida y la muerte; ellos observaban que la luz del Sol parecía ser menos intensa durante el otoño, para luego regresar con fuerza justamente el 25 de diciembre. Era como si el Sol muriera por un tiempo, para luego renacer trayendo consigo la fuerza de su luz. La noche más larga del año traía consigo la luz, en forma de días más largos. Mucha gente no sobrevivía al invierno, por lo que la resurrección del Sol era celebrada como la llegada de la vida y su triunfo sobre la muerte.
De aquí que la mayor parte de los iconos religiosos que representan la Navidad, como lo es Jesús, sean en parte reflejos de lo que alguna vez fue una actividad pagana, como lo es la adoración del Sol. Dentro de la religión cristiana, Jesús, la luz de Dios, llega al mundo para tiempo después morir, y finalmente resucitar, lo cual lleva implícita una franca relación con el nacimiento-muerte-resurrección del Sol.
Pero... ¿qué relación tiene todo esto con los hongos? Para los líderes espirituales que existieron y existen aún en muchas culturas, conocidos como chamanes, el consumo de enteógenos causa un efecto como el antes descrito con respecto al Sol; el cuerpo físico sufre una muerte prematura, que libera al espíritu hacia los cielos en una especie de resurrección. A los que sufrían tal clase de experiencias se les llamaba antiguamente “dos veces nacidos”. De manera que la Navidad, el solsticio de invierno, incluso Santa Claus, que viste de rojo y vuela en un trineo tirado por venados, se encuentran relacionados entre sí por el mismo rito de muerte-resurrección. Y este rito está también directamente relacionado con los hongos rituales, más específicamente con Amanita muscaria, que es conocido en muchas partes del mundo y que tiene mucho que ver no sólo con el origen de los festejos decembrinos, sino también con los adornos de la época, los regalos bajo el pino navideño y con el pino en sí. A continuación se explicará con algo más de detalle la relación que existe entre los hongos y las diferentes costumbres navideñas.
Santa Claus ¿Verdad o mito?
Este famoso personaje, conocido por chicos y grandes alrededor del mundo, es esperado con gran expectación la noche del 24 de diciembre. La filosofía de este simpático anciano es sencilla; si eres bueno, obtendrás un regalo en premio, si no lo eres, no recibirás nada. En algunas culturas incluso se aplicaban castigos a quienes no eran merecedores de un obsequio. También se espera que el buen hombre entre a través de la chimenea o de alguna ventana (en consideración a aquellos hogares de lugares algo más cálidos...), para dejar los presentes bajo el árbol de Navidad, o dentro de pequeños sacos que se suelen colgar cerca del hogar. Sin embargo, a medida que los chicos crecen, se dan cuenta de que no hay tal Santa Claus... los regalos no aparecen por arte de magia bajo el árbol, nadie vuela en un trineo la noche de Navidad, la magia termina y solo queda lo representativo de la fecha. Aún así, Santa Claus tuvo que surgir de algún lugar o en algún momento, y tuvo que ser verdaderamente importante para que su presencia haya trascendido a través del tiempo para llegar hasta nosotros.Mucho se ha escrito acerca de este maravilloso ser, símbolo de generosidad y felicidad a lo largo de muchos años. Algunos refieren la leyenda de un hombre que, compadecido de una familia demasiado pobre como para contribuir con una dote aceptable a la entrega de su hija, llenó un saco con diversos bienes y lo dejó por la noche dentro de la casa. Al día siguiente los moradores lo consideraron un auténtico milagro y cuando supieron de la identidad del hombre se corrió la voz de que contribuía anónimamente y de manera continua a ayudar a aquéllos que lo necesitaban en la medida de sus posibilidades. A este personaje se lo conoce actualmente como San Nicolás, y es una de los principales iconos religiosos en Rusia y en toda Siberia. Se cree que a partir de esta historia surgió la tradición de Santa Claus, pero hay otras versiones que en la opinión de una servidora podrían encontrarse más cerca de la verdad; de hecho, sobre la base de muchas fuentes referidas más adelante, podría decirse que Santa Claus existió realmente, y no como una distorsión de San Nicolás, sino como una persona real y completamente distinta, aunque sí existen similitudes entre ellos.
Basándose en algunos grabados antiguos encontrados en el norte de Europa, algunos autores llegaron a la conclusión de que Santa Claus fue más probablemente un chaman que existió hace muchos siglos en las regiones nórdicas europeas. Para entender su relación con la Navidad hay que regresar una líneas más atrás y recordar que el 25 de diciembre es la fecha en que ocurre el solsticio de invierno. Después de una larga “ausencia”, el Sol renace dando lugar a días más largos, y eventualmente, a la primavera. La misma impresión de muerte-resurreción se obtiene al consumir hongos de efectos enteógenos. También recordemos que los chamanes estaban familiarizados con este proceso, y que eran ellos quienes guiaban a su pueblo en el ámbito espiritual, eran quienes estaban “en contacto con los dioses” (el término Enteógeno significa “Dios naciendo dentro de ti”, y fue acuñado por R. G. Wasson casi desde el comienzo de su investigación etnomicológica en México).
El chamán se dedicaba a recolectar los hongos (Amanita muscaria) en los días precedentes al solsticio. La noche del 25 de diciembre, metía su cosecha en un enorme saco y se introducía a las casas del pueblo a través de un agujero en el techo, para luego dejar sus “regalos” a los moradores. Los hongos eran tradicionalmente deshidratados cerca del fuego del hogar, dentro de sacos que colgaran cerca del fuego (sacos que ahora se llenan de dulces o de otros presentes, pero que suelen ser rojos y/o blancos, mismos colores que visten a Amanita muscaria). Cuando los hongos eran consumidos, el pueblo vivía y entendía el trance por el que pasaba el Sol, para finalmente renacer y ascender nuevamente al cielo.
Con el paso del tiempo, la tradición de esperar un regalo la noche del 24 de diciembre a permanecido viva y fresca, y se ha extendido hacia nuevos continentes, aunque su contenido ha variado un poco, como es de esperarse. En estas fechas nadie piensa en los importantes acontecimientos astronómicos que se gestan, ni se llevan a cabo los mismos ritos paganos que dieron origen a una de las actividades más ricas que ha cultivado el hombre. Pero las raíces de tal festejo siguen en cierta forma latentes a través de los colores tradicionales (verde, rojo y blanco), e incluso a través de Santa Claus, de una forma aparentemente indirecta: Sus mágicos venados.
Conclusiones
A lo largo de los siglos, las relaciones entre los hongos y las personas han sido tan estrechas e importantes como pueden serlo las que han mantenido con los animales, o con plantas. Los hongos han proporcionado desde tiempos ancestrales alimento y remedio para algunas enfermedades. Uno de sus usos más importantes, el uso ritual, ha sido clave para el desarrollo de numerosas religiones y tradiciones, que llegan hasta nuestros días con las obvias modificaciones que sufre cualquier mito a través de los siglos.Uno de las tradiciones más importantes que se viven hasta nuestros días es el festejo de la Navidad, el 25 de diciembre de cada año. Esta celebración está estrechamente relacionada con un hongo que abunda en los bosques del hemisferio norte de nuestro planeta, especialmente en los bosques de coníferas. Amanita muscaria y otros hongos de ése mismo género o de otras subespecies tienen una gran importancia ritual debido a sus efectos enteógenos, que provocan -según testimonios de quienes los han consumido-- la sensación de morir y renacer en un plano diferente, además de distintas visiones y otras reacciones físicas típicas de dichos hongos.
¿Pero qué relación guarda Amanita muscaria con la Navidad?
El 25 de diciembre es la fecha a partir de la cual podría surgir todo el ritual. Es en esta fecha en que se celebra el solsticio de invierno en el hemisferio norte del globo terrestre. Después de un largo invierno, en que los días son cortos y las noches largas, el Sol regresa con más fuerza que nunca y prepara a los campos y a los hombres para el inicio de la primavera. Es en cierta forma una especie de muerte y resurrección del Sol, que finalmente trae de nuevo días más largos y cálidos. Mucha gente no sobrevivía al invierno, de manera que el renacimiento del Sol era un acontecimiento muy importante.
Los pueblos nórdicos que nos interesan -y en realidad los de todo el mundo, en algún momento-- eran guiados por uno a varios individuos que de alguna manera eran capaces de conversar con los dioses, averiguar sus designios, y comunicarlos a los habitantes de su pueblo, de forma que podían tenerlos siempre complacidos para tener su protección. Estos hombres, que además poseían grandes conocimientos en farmacopea, eran llamados hechiceros o chamanes, y su principal función era guiar espiritualmente a su gente. La noche anterior al 25 de diciembre, los chamanes entraban a las casas a través de un agujero en el techo y dejaban a los moradores una ración de Amanita muscaria para cada uno. Éstos eran secados en sacos frente al hogar para ser consumidos en pleno solsticio de invierno, representando así la muerte y resurrección del Sol en el propio ser. Actualmente no son hongos lo que aparece la noche del 24 en las casas de casi todo el mundo, sino regalos, y el chaman ha dejado de ser un guía espiritual para convertirse en Santa Claus, un símbolo de unión y felicidad.
La tradición del árbol navideño se vincula también con Amanita muscaria, ya que es bien sabida la relación micorrízica entre éste y los pinos. De manera que los hongos crecen justo bajo ellos, siendo el lugar en donde eran buscados por los chamanes. Los renos, que abundan en los bosques de coníferas del norte, solían incluirlos en su dieta diaria, de allí que la tradición se refiera a “renos voladores”, haciendo alusión a uno de los efectos que causa el hongo. Incluso los nombres de los renos mantienen una correspondencia muy especial con el hongo, al referirse a sus efectos (Brioso, Bailarín, Acróbata, Cupido), sus orígenes (Cometa, Trueno y Relámpago), e incluso uno de ellos (Vixen, La Bruja o la Zorra) representa a la versión femenina del Chamán, aquella que mata al Sol para que luego renazca.
Actualmente el rito original permanece velado pero aún presente en los colores navideños (verde de los pinos, blanco y rojo que visten al hongo), en la espera de “regalos” la víspera, en la leyenda de un hombre sabio y bueno que vuela en un trineo tirado por renos voladores que entra a las casas para dejar presentes y en la costumbre de poner un pino en casa bajo el cual aparecerán los obsequios. Ya casi nadie recuerda que el 25 de diciembre, el Sol está a punto de renacer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario