2/23/2011

Todo sea por el petroleo

 

Lo de Libia estaba cantado. Es el premio mayor en el tablero de las "revueltas populares" armadas y organizadas por la CIA, el Mossad y los servicios "aliados" en  África y Medio Oriente.
Después de iniciar un proyecto de remodelación "democrática" expulsando a sus desgastados dictadores aliados en Egipto y Túnez, EEUU va por el petróleo libio y por una posición estratégica en el dispositivo del control geopolítico militar en África.
Para EEUU y los centros del poder imperial mundial, África es un continente seguro de abastecimiento petrolero que contrabalancea la inestabilidad conflictiva de un explosivo Medio Oriente,  y de un Asia Central  en disputa permanente entre el eje Rusia-China y el bloque "occidental" EEUU-Unión Europea.
En el marco de la "guerra fría" energética con China y la Rusia de Putin,  el poder imperial norteamericano y sus transnacionales intentan convertir a África en una especie de colchón energético de seguridad frente a un explosivo Irán y un Medio Oriente cruzado por los conflictos militares. 
La  importancia de África como suministrador de petróleo a las potencias centrales es clave. Ya produce cerca del 12% de lo que se consume en el mundo y el 25% de lo que consumen los EEUU, más de lo que este último país importa desde Arabia Saudita.
Desde el marco geopolítico y estratégico de la "guerra contra el terrorismo" EEUU, potencia locomotora del sistema capitalista y sus socios de las grandes potencias europeas, avanzan en su proyecto de conquista del continente africano para posicionarse en el control de sus reservas energéticas y minerales.

A este proyecto respondió la decisión de la administración Bush de crear el "The United States Africa Command (AFRICOM), un comando de "guerra contraterrorista" que empezó a operar activamente en toda la región en el 2008.
El control geopolítico y militar del continente africano, que produce entre 12 y 14 millones de barriles diarios de petróleo (estimaciones para el 2012), otorga a los EEUU el margen de maniobra y seguridad suficientes que justifican  las intervenciones militares en estos países.

Los gobiernos africanos, controlados por oligarquías y "señores de la guerra" financiados y protegidos por Washington, se ven cada vez más impotentes para controlar a los movimientos armados nacionalistas que obstaculizan el saqueo de las transnacionales, como es el caso de Somalía y el Cuerno de Africa. 

En este escenario, y siguiendo la nueva doctrina impuesta en la revisión cuatrienal de la Defensa de febrero de 2006,  el Pentágono comenzó a desarrollar operaciones militares en alta escala por todo el territorio africano, principalmente en sus regiones energéticas y mineras claves del sur y del norte, creando unidades especializadas dedicadas a la instrucción y el adiestramiento de tropas locales en el "combate al terrorismo".
La estrategia operativa incluye reuniones entre estados mayores de países regionales con oficiales y funcionarios del Pentágono, maniobras y ejercicios conjuntos de las tropas, vuelos sistemáticos de aviones de reconocimiento, localización a través de fotos tomadas por satélites militares norteamericanos, y de provisión de armas y tecnología de alta precisión a las fuerzas implicadas en la "guerra contra el terrorismo".
La estrategia del Pentágono en África responde a un doble objetivo, geopolítico-militar y económico.
Además del negocio que proporciona a las armamentistas y a las contratistas de servicios del Pentágono el incremento de las operaciones militares contra el "terrorismo" en la región,  se estima que África y sus regiones proporcionarán, en apenas una década, el 25% del crudo que consumirá EEUU en 2015.

Tener el control del acceso a esas fuentes de recursos se ha convertido  en un objetivo estratégico central para Washington y sus corporaciones protegidas por el Pentágono.
La función y misión principal del nuevo mando militar USA para el continente africano, es la de vigilar y controlar las fuentes energéticas africanas, así como sus sistemas de distribución mundial (oleoductos, buques petroleros, y rutas).
Y eso es lo que están haciendo las tropas norteamericanas y los gobiernos títeres "asociados" como los de Nigeria y Yemen (entre otros) que utilizan el exterminio en masa de rebeldes y de población justificado bajo el argumento del combate contra los "grupos terroristas".
Esta misión principal de las tropas imperiales fue enunciada en un principio, por el presidente Jimmy Carter en enero de 1980, cuando describió al caudal petrolero del Golfo Pérsico y de Africa como un "interés vital" para los EEUU.
Carter, elegido luego Premio Nobel de la "Paz", afirmó que EEUU debería emplear "cualquier medio que fuese necesario, incluyendo la fuerza militar" para enfrentar y neutralizar cualquier intento por parte de un poder "hostil" para bloquear esos recursos estratégicos.
Con la creación del nuevo comando unificado para las operaciones militares en Africa (AFRICOM), anunciado por el secretario de Defensa, Robert Gates en febrero de 2007,  Washington y sus corporaciones petroleras, detrás de la fachada de la "guerra contraterrorista" comenzaron un plan totalizado de control y apoderamiento del petróleo y de los recursos estratégicos del continente negro.
En este escenario hay que leer los acontecimientos de "revueltas populares" organizadas por la CIA en África y Medio Oriente, y el sangriento golpe interno que está funcionando  contra Kadafi en Libia. 
A diferencia del resto de los procesos de "protesta popular en el mundo árabe islámico" infiltrados por la CIA y las inteligencias "aliadas", Libia se inscribe en los patrones operativos de las "revoluciones naranja" en el espacio soviético, o en los "golpes budistas" del  Tibet o Birmania,  o en la rebelión "reformista" para derrocar a los ayatolas en Irán,  encuadrados en la nueva "guerra fría" por áreas de influencia (militar y comercial)  que mantiene el eje capitalista Rusia-China con el eje capitalista USA-UE-Israel.
La clave del golpe contra Kadafi es el apoderamiento del petróleo libio, cuyo control (como sucedió con Irán en 1979) perdió con la irrupción de Kadafi en el liderazgo de Libia en 1969.
Libia, miembro de la Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP), es el cuarto productor de petróleo en Africa, después de Nigeria, Argelia y Angola, con cerca de 1,8 millones de barriles diarios y posee unas reservas evaluadas en 42.000 millones de barriles.
Según la agencia norteamericana de información sobre la energía (EIA), Libia era en 2009 el cuarto productor de petróleo en África con una producción de 1,789 millones de barriles diarios, detrás de Nigeria (2,211 mbd), Argelia (2,125 mbd) y Angola (1,948 mbd).
Libia también quiere desarrollar su producción de gas natural, sector en el que tiene reservas estimadas en 1,540 billones de m3, según la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).

El país ha duplicado casi sus exportaciones de gas natural en tres años, de 5.400 millones de m3 en 2005 a más de 10.000 millones de m3 anuales, también según estadísticas de la OPEP.

Libia exporta la mayor parte de su petróleo a los países de Europa, entre ellos Italia, Alemania, España y Francia, y aunque participan del negocio, las petroleras norteamericanas no tienen la hegemonía en la extracción y comercialización del crudo de ese país.
Este dato es clave para entender el golpe interno que la CIA lanzó en Libia montada en la fachada de las "revueltas árabes" contra "regimenes dictatoriales de Africa y Medio Oriente.
De la misma manera como trata de desestabilizar Irán con la misma metodología operativa de infiltración y orientación política de las "protestas populares", Washington aprovecha este escenario para lanzar un movimiento interno oreintado a derrocar a Kadafi, un aliado "inestable" que privilegia las relaciones con Europa y con los países incursos dentro del "eje del mal".
A la llegada al poder del coronel Kadafi en 1969, las compañías petroleras, mayoritariamente estadounidenses, extraían del suelo libio más de 2 millones de barriles diarios.

Pero muy rápidamente, el líder libio nacionalizó el petróleo, limitó la producción, le quitó la hegemonía de extracción y comercialización a las pulpos norteamericanos  y creó la Compañía Nacional del Petróleo (NOC), que inició emprendimientos conjuntos con participación minoritaria de empresas extranjeras.
Después de veinte años de aislamiento, el régimen de Kadafi volvió a abrir los recursos energéticos y petroleros libios a la voracidad de las compañías petroleras occidentales, principalmente de la Unión Europea.
El ex primer ministro británico Tony Blair fue el primero en estrechar la manos con el "viejo enemigo" de Occidente en Trípoli. Al hacer eso, comenzó a conducir a Libia fuera de la marginalidad financiera, y a entregarla a los brazos de Royal Dutch/Shell y BAE Systems , que cotizan en la Bolsa de Londres.

La visita de Blair a Libia en 2004, la primera de un líder británico desde 1943, estuvo marcada por una sociedad establecida entre Shell y la petrolera estatal libia, unos 30 años después de que la firma anglo-holandesa produjera por última vez en suelo libio.
Desde el año 2003 se instalaron en Libia la corporación italiana ENI, la francesa TOTAL, la española REPSOL YPF y la angloholandesa Royal Dutch Shell. Las usamericanas Chevron y Occidental tuvieron que esperar tres años a que EEUU levantara sus sanciones comerciales para poder ingresar en la torta petrolera libia.
En 2010, de enero a noviembre, los países europeos miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) compraron una media de 1,06 millones b/d de Libia, precisó la Agencia Internacional de la Energía (AIE).
En este escenario de relativa  "postergación" (su participación en Libia no es hegemónica) de los consorcios petroleros norteamericanos en relación a los europeos marca una de las líneas conducentes centrales de las actuales operaciones  desestabilizadoras y golpistas contra Kadafi en Libia.
En el actual escenario represivo  en Libia, se verifica  la presencia de actores internacionales conocidos y de operaciones golpistas de EEUU que se repiten como un calco a escala global con distintos nombres, como "revoluciones naranjas" en los ex países soviéticos, "rebelión  budista" en el Tibet y el sudeste asiático, y los más recientes denominados "revueltas árabes islámicas" que se propagan por África, Medio Oriente y amenazan con extenderse a China, Rusia y los ex países soviéticos.
Por un lado Kadafi y su régimen de más de 40 años cierra sus fronteras a la prensa internacional y reprime en forma sangrienta con la fuerza militar a los grupos "opositores" armados y financiados por la CIA y los "servicios occidentales".
Y por el otro, el bloque "democratizador" con  EEUU, la UE, la ONU y las ONG de la CIA, crea las condiciones internas e internacionales para terminar con Kadafi e instalar un "gobierno democrático" controlado por Washington.
Viejas estrategias, viejas operaciones, y viejos actores conocidos. El objetivo estratégico siempre es el mismo: control geopolitico y militar regional, control del gobierno, control de los recursos estratégicos y control de los mercados.
En Libia, el objetivo clave del intento del derrocamiento de Kadafi es el petróleo.
La gran dinámica movilizadora de las invasiones militares, la guerras y conflictos regionales, y los golpes internos de la CIA contra líderes y presidentes desgastados que ya no "cierran" con el control estratégico hegemónico de la primera potencia imperial del sistema capitalista, es el apoderamiento de los mercados y de las fuentes naturales del "oro negro".
Un  recurso clave (y en extinción)  para la supervivencia futura de las potencias centrales.

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