Fanatismo religioso y brujería
Por Jean Pierre Dubarri
“El autentico Fausto, como personaje histórico, existió realmente antes de las primitivas leyendas, que utilizaron su nombre por ser persona que metió mucho ruido en su época, allá a finales del 1400 y principios del 1500, no precisamente como astrólogo y nigromante, sino como el hombre que obró un prodigio que, como toda innovación de causa desconocida, fue mirado con sospecha de intervención diabólica o logrado por artes mágicas.
Todo empezó cuando el alemán Juan Faust se presentó en París dispuesto a triunfar con su gran secreto. Comenzó por regalar a Luis XI una Biblia tan magníficamente manuscrita, que fue el asombro de la Corte. Seguidamente pidió al rey permiso para copiar y vender libros en París, a lo que accedió el rey muy gustoso, ya que aquel copista escribía con una pulcritud y precisión como nunca había visto.
Y Juan Faust empezó a vender y mas vender Biblias copiadas por el, pero a precios más bajos de los corrientes, con lo que cada vez tenía más demanda; pero el podía hacer más y más, a el nunca le faltaban y la gente empezó a preguntarse de dónde sacaba el tiempo para copiar con aquella velocidad increíble. Los copistas fueron los primeros en caer en la cuenta; las sospechas llegaron a los copistas de los monasterios, y estos requirieron la intervención de la Justicia, la cual ordenó una investigación sobre las Biblias copiadas por Juan Faust. EI Tribunal nombró un Jurado de clérigos copistas para inspeccionar los libros copiados, y entonces vieron que las letras eran idénticas, la tinta uniforme y todas las hojas correspondientes de cada libro parecían exactamente iguales, sin aquellas diferencias que el pulso de la pluma y la cantidad de tinta variable dejan siempre de una obra a otra, aunque sean de la misma mano. Además, estaba la cuestión tiempo: no parecía sino que Juan Faust tuviera miles de manos. Pero ¡qué manos! Allí había algo prodigioso. Y en aquella época lanzar la idea de que algo era prodigioso, no natural, era encauzarlo ya en el camino que conduciría a catalogarlo como cosa diabólica.
Y Juan Faust empezó a vender y mas vender Biblias copiadas por el, pero a precios más bajos de los corrientes, con lo que cada vez tenía más demanda; pero el podía hacer más y más, a el nunca le faltaban y la gente empezó a preguntarse de dónde sacaba el tiempo para copiar con aquella velocidad increíble. Los copistas fueron los primeros en caer en la cuenta; las sospechas llegaron a los copistas de los monasterios, y estos requirieron la intervención de la Justicia, la cual ordenó una investigación sobre las Biblias copiadas por Juan Faust. EI Tribunal nombró un Jurado de clérigos copistas para inspeccionar los libros copiados, y entonces vieron que las letras eran idénticas, la tinta uniforme y todas las hojas correspondientes de cada libro parecían exactamente iguales, sin aquellas diferencias que el pulso de la pluma y la cantidad de tinta variable dejan siempre de una obra a otra, aunque sean de la misma mano. Además, estaba la cuestión tiempo: no parecía sino que Juan Faust tuviera miles de manos. Pero ¡qué manos! Allí había algo prodigioso. Y en aquella época lanzar la idea de que algo era prodigioso, no natural, era encauzarlo ya en el camino que conduciría a catalogarlo como cosa diabólica.
Y Juan Faust fue sentenciado a morir en la hoguera. Pero no fue quemado; alguien le ayudó a evadirse pues cuando fueron por él para ejecutar la sentencia en la plaza de la Greve, encontraron la celda vacía. Este fue el detalle final que acreditó de brujo a Faust a los ojos de todo el mundo. No se sabe quien libertaria a Faust; pero el caso es que pudo llegar de nuevo a Alemania junto a su amigo Gutenberg, el inventor de la imprenta y de su cufiado Schoeffer, con el cual se dedicó ardorosamente a la perfección del invento, que estuvo a punto de costarle el ser quemado vivo en París.
Mas en sus tierras de Maguncia aún tenía Johannes Faust que sufrir la persecución, pues tanto el taller de Gutenberg como el que el tenia con Schoeffer fueron asaltados fanáticamente por los que veían en todo aquello la intervención del demonio.
Por eso no es de extrañar que, apoyadas en la figura de Faust, nacieran las leyendas que justificaban su persecución. Y no pasó mucho tiempo en que al pobre Juan Faust se le suponía errante por Alemania después de haber vendido su alma al diablo a cambio de los conocimientos que este le había enseñado”.
Por eso no es de extrañar que, apoyadas en la figura de Faust, nacieran las leyendas que justificaban su persecución. Y no pasó mucho tiempo en que al pobre Juan Faust se le suponía errante por Alemania después de haber vendido su alma al diablo a cambio de los conocimientos que este le había enseñado”.
De ahí la leyenda del doctor Fausto que años después el poeta Marlowe se inspiró, y que en 1808 Johann Wolfgang von Goethe sacara su famosa obra trágica, Fausto . Resumen de cómo la ignorancia y el fanatismo religioso quieren obstaculizar en muchas ocasiones el avance de la ciencia, del conocimiento y de la razón crítica. Y una vez más de cómo el fanatismo religioso no solo persigue obsesivamente a aquello o aquel que entorpezca su “misión evangelizadora”, sino a quienes con la verdad exponen los conocimientos y la libertad de pensar sin ataduras divinas ni fe adquirida, tan solo con la razón. Esta historia de Faust se da hoy en día en muchas religiones y sectas, esta historia cambiando nombres y hechos se da en algunos casos en aquello que atenta contra la religión en pro a un misticismo rancio y obsoleto. Esta historia con la sentencia de Faust no se da aquí porque la democracia y la libertad existe en países occidentales, pero aún tristemente se puede apreciar en otros lugares del mundo. Y es que la ignorancia no tiene límites en las cloacas de la mente humana, es bueno guardar en la memoria hechos como este para entender a los nuevos fundamentalistas del cristianismo evangélico
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