¿Qué le sucede a un sueño aplazado?
¿Se secará como una pasa al sol?
¿O se infestará como una llaga --
Y luego se pudrirá?
¿Es que apesta como carne podrida?
¿O se hace corteza con azúcar por encima --
Como sirope azucarado?
Quizás se cae
Como un gran peso.
¿O es que estalla?
-- Langston Hughes
La Ley de Desarrollo, Ayuda y Educación para Menores (Ley DREAM) murió en el Senado la semana pasada, víctima de la nueva ola de xenofobia que recientemente ha infestado a una proporción considerable del electorado norteamericano y de la clase política, principalmente (aunque no tan solo) los de la secta republicana.
Con ella se fueron las esperanzas y aspiraciones de una vida normal y productiva para un estimado de 1,2 millones de jóvenes inmigrantes traídos a este país siendo niños por sus indocumentados padres inmigrantes. La Ley DREAM hubiera abierto el camino a la legalización de estos jóvenes, siempre y cuando estudiaran al menos dos años en la universidad o se incorporaran a las fuerzas armadas. Y aunque estos jóvenes sin culpa, la mayoría latinos, son las bajas más desgarradoras de esta reciente indignación nativista –pisándole los talones a la odiosa ley de Arizona de “Muéstreme sus papeles” (SB 1070) y con la amenaza inminente de la abolición de la ciudadanía por derecho de nacimiento— ellos no serán los únicos en pagar el precio.
Después del voto asesino de sueños del pasado sábado, los republicanos no debieran derrochar un solo dólar más ni un minuto más en su cínica campaña de “extender la mano” a los electores latinos (que se traduce como engañar a los electores latinos), apelando a sus supuestos “valores sociales y religiosos conservadores”. Olvídense de eso.
Las acciones de los republicanos y el conteo de votos hablan elocuentemente por si solos. La ley DREAM no murió por falta de apoyo mayoritario en el Congreso; murió debido a la fiera resistencia de una minoría de senadores abrumadoramente republicanos, dispuestos a abusar de las reglas de procedimiento para frustrar la voluntad de una mayoría de senadores y los deseos y oraciones de comunidades de inmigrantes en todo el país. Ciertamente la ley DREAM obtuvo una mayoría de votos en ambas cámaras del Congreso. En la Cámara de Representantes, donde solo se necesita una mayoría simple para aprobar el proyecto de ley, la DREAM fue aprobada por un voto de 216 a 198. De esos 216 votos afirmativos, solo ocho fueron de republicanos, tres de los cuales eran cubano-americanos.
Irónicamente, en el Senado el voto fue mucho más desbalanceado que en la Cámara de Representantes –55 a favor, 31 en contra. Sin embargo, debido a que en años recientes los republicanos han abusado de las arcanas reglas del Senado que requieren de una súper mayoría de 60 votos (de un total de 100) para aprobar un proyecto, la votación de 55 a 41 fue suficiente para matar la Ley DREAM.
¿Quién mató a la Ley DREAM y por tanto condenó a más de un millón de jóvenes a una situación de limbo sin que se avizore el fin, privados de oportunidades de trabajo y de educación, incluso de la posibilidad de obtener una licencia de conducción? Más allá de la manera nada democrática utilizada para derrotar la legislación, la respuesta corta para la pregunta es que los senadores republicanos mataron la ley DREAM. Los senadores demócratas (y los independientes que generalmente votan con los demócratas) votaron 52 a 5. Los senadores republicanos votaron 36 a 3. La aritmética está clara de quién está con nosotros y quién en contra. La respuesta más profunda incluye un reciente cambio en la política norteamericana, específicamente la ausencia de cualquier deseo por parte de los republicanos a comprometerse con el bipartidismo en casi cualquier asunto, Mientras que hace unos pocos años había un mínimo de apoyo republicano en el Senado, suficiente para aprobar una ley de reforma de inmigración mucho más generosa que DREAM, una ley que hubiera legalizado a 12 millones de inmigrantes indocumentados, hoy es imposible tal colaboración.
El reciente éxito del Tea Party en derrotar a conservadores insuficientemente doctrinarios ha aterrorizado a los legisladores republicanos y los ha convertido en halcones contra la inmigración. Un síntoma de este factor de temor es el caso del senador John McCain, el cual hace pocos años se alió al fallecido senador Ted Kennedy como co-patrocinador de una reforma total de inmigración (CIR) y que ahora votó en contra de la Ley DREAM. También votaron en contra dos de los pocos republicanos “moderados” que quedan en el Senado, Olympia Snowe y Susan Collins (de Maine). Estas supuestas moderadas votaron “No” a pesar del hecho de que la Ley DREAM hubiera beneficiado al segmento más receptivo de la población indocumentada (niños que no tomaron la decisión de cometer una acción ilegal) y que contaba con el apoyo de todos, desde líderes religiosos hasta el Pentágono. Indiferentes ante el enorme dolor que han infligido a más de un millón de jóvenes y a sus familias, fanáticos como Roy Beck, de NumbersUSA, una organización anti-inmigración, se regodean con su victoria y planean pasar a la ofensiva. Con una Cámara de Representantes dominada por los republicanos y una mayoría demócrata menor en el Senado, podemos esperar en 2011-2012que los Comités de la Cámara de Representantes controlados por los republicanos aprueben cualquier número de acciones detestables contra los inmigrantes.
Sin embargo, como señaló un comentario en el periódico The News and Observer, de Raleigh, Carolina del Norte, aunque los republicanos estaban en el lado adecuado de la historia en el siglo 19, cuando se opusieron a la expansión de la esclavitud a los estados nuevos que ingresaban a la Unión, están ahora del lado equivocado de la historia cuando obstaculizan la vía a tantos jóvenes hombres y mujeres talentosos y llenos de promesa que, de tener la oportunidad, podrían hacer una importante contribución a Estados Unidos en el siglo 21.
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