Muchos analistas políticos, publicistas y comunicadores, en referencia a la carnicería demencial desatada y continuada por el presidente espurio de México, publicitada por la gran prensa y los medios electrónicos, y “apoyada” con fervor por los vecinos del norte, la llaman la guerra de Calderón. Esa caracterización no corresponde a la realidad.
La llamada guerra contra el narcotráfico y el crimen organizado, con más de 34 mil mexicanos muertos, la militarización del país, la criminalización de la protesta social, la intervención abierta de agentes de la DEA, la CIA y la FBI en México, y la violación cotidiana y sistemática de la Constitución General de la República y de las leyes que de ella emanan, es una guerra ajena a los intereses de los mexicanos, contraria al desarrollo nacional, y, sin la más mínima exageración, está al servicio de los monopolios y gobiernos de Estados Unidos. Es, pues, una guerra de los gringos.
Para fundar esta idea es indispensable hacer alusión a dos cuestiones fundamentales: 1) El consumo de narcóticos en EU, floreciente y creciente pese a la cuota de sangre pagada día a día por los mexicanos y colombianos, se sustenta en la siembra local, la adquisición de parte de la producción foránea, el comercio, el control y la distribución de enervantes en el país de los yanquis, que como es de sobra conocido, tiene un territorio más grande que México, el Caribe y Centroamérica juntos, y 2) El combate al narcotráfico y el crimen organizado como pretexto de los gabachos para intervenir, definir las políticas “nacionales” antinarco y controlar a Colombia, México, Costa Rica, Perú, Bolivia y otros Estados de la Patria Grande.
La potencia al norte del río Bravo es la principal consumidora en el mundo de cocaína, marihuana, hongos alucinógenos, crack y otros sicotrópicos, superando el consumo unido de América Latina, el Caribe, Canadá y Francia. Los drogadictos usamericanos son decenas de millones de hombres y mujeres, incluidos adolescentes y niños, que cuentan con sus revistas, periódicos y DVD para mejor consumir y “aprovechar” los estupefacientes que se meten en el cuerpo.
Es un secreto a voces que si hay bases militares y tropas de Estados Unidos en Honduras, Colombia, Afganistán y otros países, se extienden como reguero de pólvora el tráfico y consumo de drogas, el sida y otras enfermedades venéreas. Iguales consecuencias tiene el turismo norteamericano.
En Estados Unidos se adquieren cientos de toneladas anuales de droga que se producen en Colombia, Perú, México, Afganistán, Myanmar, Tailandia, Turquía y algunas naciones más, mismas que se distribuyen y venden en California, Washington, Oregón, Texas, Luisiana, Dakota del Norte, Illinois, Florida, Maine, Nueva York y en toda la Unión Americana. A esto hay que sumar la enorme producción interna, que en el caso de la marihuana es el primer productor mundial.
Para adquirir, almacenar, distribuir y traficar esos productos tóxicos se requieren cárteles, jefes de jefes, capos, policías, jueces, agentes aduanales, gobernadores, senadores y todos los miles de individuos que participan en tan redituable y execrable negocio.
Es sencillamente imposible adquirir, almacenar y colocar tales cantidades de estupefacientes sin el apoyo de sectores importantes del Estado gringo. Otra cosa no se la creen ni los genocidas que jefaturan al Ejército y la policía estadunidenses, pues algunos de ellos están metidos en ese sucio tráfico hasta las cachas. A propósito, conviene no olvidar el caso Irán-contras.
Los yanquis cuentan con satélites, aviones espías de alta tecnología, barcos, submarinos, helicópteros, aeroplanos, trenes, camiones y bases de radares en todas las fronteras y litorales de su gigantesco país, además de contar con servicios de información, espionaje, contraespionaje y provocación que tienen infiltrados a los ejércitos, policías y cárteles de Colombia, México, Perú y otros países hermanos.
Si los gobernantes norteamericanos se propusieran, realmente, combatir y eliminar el narcotráfico y el crimen organizado en su propio suelo, no sería posible adquirir y repartir una sola tonelada de cocaína. Así de fácil.
Los estadunidenses consumen estupefacientes en bares, cantinas, restaurantes, universidades, escuelas, barcos, aviones, parques públicos, jardines, bosques, playas, desiertos, bases navales, bases militares, cárceles, oficinas, fábricas, trenes, puertos, aeropuertos, calles y domicilios particulares. De hecho, se consumen sicotrópicos en todas partes de la Unión Americana.
Tal situación establece, de entrada, que un consumo de ese tamaño necesita, mínimo, de lo siguiente:
1) Jefes de jefes y capos poseedores de miles de millones de dólares y con las relaciones adecuadas con altos funcionarios públicos, militares, policías,
guardias fronterizos, alguaciles, rinches, agentes aduanales y burócratas en puertos, ciudades, aeropuertos, vías férreas, carreteras, barcos y yates marítimos y fluviales. De lo contrario, no sería factible introducir, distribuir y expender cientos de toneladas de narcóticos.
2) Sistemas de adquisición, almacenamiento, distribución y mercadeo que precisan de aviones, barcos y yates, camiones y muchos más vehículos para cubrir toda la geografía gringa. Dicho en otras palabras: son ocupadas en el narcotráfico cientos de miles de personas que van desde los gerifaltes lumpen-burgueses hasta los vagos distribuidores de carrujos de marihuana y otras pequeñas dosis de sustancias tóxicas.
El negocio de las drogas es una rama importante de la economía de Estados Unidos, muy por encima de varias ramas de la producción y los servicios. Por eso el gobierno y los monopolios usamericanos buscan regular el trasiego de enervantes, no eliminarlo. Más claro ni el agua.
3) El lavado de dinero proveniente del narcotráfico y el crimen organizado en Estados Unidos, involucra a parte importante del sistema bursátil, tanto de cárteles gringos como de colombianos, mexicanos, taiwaneses, afganos, turcos y de otras nacionalidades. Gringolandia es el centro mundial del lavado de dinero ilícito. Tiene tanta importancia este fenómeno que es un tema trillado en películas y series policíacas estadunidenses. Si fuera eliminado de golpe y porrazo el lavado de dinero, la economía gabacha tendría serios problemas. Esto explica, en parte, la farsa de la llamada guerra contra el narcotráfico.
4) La venta de armas de todo tipo a los grupos delicuenciales de México y otros países. A ciencia y paciencia de las autoridades de EU, la industria militar yanqui provee de pistolas, ametralladoras, granadas, bazukas y otros implementos bélicos a las tiendas extendidas por el inmenso territorio gabacho, donde se avituallan los cárteles de México y demás naciones.
Para entender el fenómeno del comercio ilícito de narcóticos, es menester no olvidar que el país más militarista, intervencionista y terrorista es Estados Unidos, así como también ocupa el campeonato mundial en la producción y el mercado de armamentos. Es, sin duda, el Estado que está en guerra permanente contra la independencia, la democracia y el progreso de América Latina, Asia y África. Es un Estado fuera de la ley internacional, expansionista, aventurero y guerrerista. Millones de muertos, heridos y desplazados han producido y producen sus intervenciones militares en Filipinas, Corea, Vietnam, Laos, Camboya, Nicaragua, Cuba, República Dominicana, Colombia, Granada, Panamá, Angola, Afganistán, Irak y tantos otros pueblos masacrados por los imperialistas del norte y sus testaferros armados.
Por si no bastara, los estadunidenses inundaron e inundan el mundo con bestiales dictaduras como las de Jiang Jieshi, Park Chung Hee, Syngman Rhee, Nguyen Cao Ky, Hají Mohamad Suharto, Lon Nol-Sirik Matak, Humberto de A. Castelo Branco, Ernesto Geisel, Juan Carlos Onganía, Jorge Rafael Videla, Gerardo Machado, Fulgencio Batista, Rafael Leónidas Trujillo, Fran ç ois y Jean-Claude Duvalier, Maximiliano Hernández Martínez, Anastasio Somoza padre e hijo, Carlos Castillo Armas, Efraín Ríos Montt, Alfredo Stroessner, Marcos Pérez Jiménez, Gustavo Rojas Pinilla, Augusto Pinochet y Roberto Micheletti, quienes figuraron y figuran entre los grandes amigos y contlapaches de los monopolios y gobiernos yanquis, algunos de ellos elevados por la historiografía imperialista a la categoría de héroes internacionales.
No hay que hacerse bolas, para golpear fuertemente al narcotráfico hay una vía expedita: que los usamericanos pongan orden en su casa, lo cual implica bajar el número de drogadictos a menos de dos millones de personas, destruir los cárteles gringos de la droga, impedir en forma radical el lavado de dinero en su sistema financiero y prohibir la venta de armas a los grupos delicuenciales de México y América Latina. De esta manera, sería relativamente fácil proceder a disolver los cárteles de la droga en la República Mexicana y Colombia. No habría necesidad, entonces, de las guerras de los gringos aplicadas y ejecutadas por sus agentes Felipe Calderón Hinojosa y Juan Manuel Santos Calderón.
La salida de fondo al problema del narcotráfico, como lo han planteado César Gaviria, Ernesto Zedillo y Gabriel García Márquez, es la legalización de las drogas. Así, los cárteles y la violencia que los acompañan desaparecerían como por arte de magia, pero su aprobación afecta a grandes intereses, como los de Estados Unidos; por eso no se avanza en este sentido.
Asumir la concepción usamericana sobre el narcotráfico es ponerse al servicio del intervencionismo de EU, con todo lo que eso conlleva para nuestros pueblos. Si se le agrega el terrorismo al problema del trasiego de estupefacientes, el panorama se completa para la injerencia yanqui. Los gabachos llaman a emprender guerras contra el narcotráfico, bajo su vigilancia, “apoyo económico” y control, con el objeto de intervenir para dominar a nuestros países. De ahí la necesidad de estos enemigos de América Latina de desmantelar a los Estados nacionales, propiciar la descomposición social e impedir el progreso de nuestras naciones. Quieren Estados controlados por los monopolios y gobiernos gringos.
Como lo prueban con creces los cables de Wikileaks difundidos por La Jornada, el gobierno de facto de Felipe Calderón sigue las órdenes de sus jefes y mentores de Washington, razón por la cual se embarcó en una guerra sin claridad en los objetivos, sin personal calificado para detectar los centros del lavado proveniente del comercio ilícito de drogas tóxicas y para ubicar a los jefes de jefes narcos y sus apoyos en los tres niveles de gobierno, con el Ejército y la Marina en funciones policiales y sin preocupación alguna por la población civil.
Los resultados están a la vista: una matanza insensata, inconstitucional e irresponsable que ha descompuesto el tejido social, debilitado al gobierno federal, fortalecido a los capitanes del trasiego de estupefacientes y facilitado el intervencionismo norteamericano.
El gobierno ilegítimo de Calderón, no reconocido por un elevado porcentaje de los votantes de 2006, con la guerra contra el narcotráfico ha conducido y conduce al país a una crisis jamás vista después de la Revolución mexicana: desindustrialización, desastre en el campo, salarios de hambre, persecución de sindicalistas, campesinos e indígenas, destrucción del sistema de seguridad social y la educación pública, eliminación de sindicatos y contratos colectivos de trabajo, desempleo agudo, entrega de los servicios e industrias estratégicos al capital extranjero, cuña agringada contra los pueblos latinoamericanos y caribeños, diplomacia en beneficio del imperio y seguidismo desvergonzado frente a los norteamericanos. En síntesis, la gestión de Calderón es inepta, corrupta y mentirosa, además de estar entregada en cuerpo y alma a los monopolios mexicanos, estadunidenses y españoles. El futuro, en tales condiciones, parece proyectar un desenlace: el Partido Acción Nacional será derrotado en 2012 y no levantará cabeza en varios años, pese al apoyo suicida que recibe de la derecha chuchista del Partido de la Revolución Democrática.
Para desgracia de México, la política antinacional, miope y entreguista del panismo ha desencadenado las peores tendencias e intenciones del imperialismo norteamericano, como no ocurría desde la década de los años 20. Declaraciones descaradas de miembros destacados del gobierno gringo, amenazas de intervención, presiones sobre la administración proyanqui calderonista, instalación en la capital federal y otras ciudades de agencias policíacas, de espionaje y provocación de EU, participación armada de agentes gabachos en pesquisas y enfrentamientos, bajo el manto de la anticonstitucional Iniciativa Mérida, que en esencia coincide con el Plan Colombia.
La cosa es más grave aún. En fechas recientes, los estadunidenses, especialistas en provocaciones y agresiones, comienzan a hablar de insurgencia del tráfico de narcóticos, de terrorismo narco y de posibles alianzas de Al Qaeda y los cárteles mexicanos, con lo que presionan y exigen más intervención en México. Entretanto, el “gobierno” del inepto, débil y entreguista Calderón continúa, al estilo de Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos, haciendo concesión tras concesión a los imperialistas del norte. De la digna política internacional de México hasta antes de diciembre de 1982, ejemplo de la América Latina, ya no queda ni la sombra. Los “dirigentes” del Estado mexicano han tirado la soberanía nacional por la borda y actúan como cipayos de EU.
En México, Colombia y demás países latinoamericanos el único y verdadero terrorismo es el de Estados Unidos, que cuenta con el respaldo de la gran burguesía, los latifundistas y la ultraderecha política; ese terrorismo se expresa en los intentos de asesinato de Fidel Castro, la realización de atentados contra hoteles y aviones, la quema de cosechas, la liquidación de cuadros revolucionarios, la implantación de bloqueos económicos, el apoyo encubierto y abierto a “gusanos”, contras, paramilitares y guardias blancas, la implementación de golpes de estado y acciones desestabilizadoras contra gobiernos patrióticos, amén de subsidiar a los grupos y partidos fascistas de Venezuela, Ecuador y Bolivia. Otro tipo de terrorismo no existe en nuestras tierras y sólo es una vulgar calumnia e invención de los imperialistas yanquis. Tampoco existe relación alguna de ninguna fuerza latinoamericana con Al Qaeda. Todo eso son cuentos norteamericanos, especialmente dirigidos al chovinismo anglosajón.
En ese marco se da la guerra de los gringos, aunque haya quienes la llamen de Calderón. Tal es la situación.
La llamada guerra contra el narcotráfico y el crimen organizado, con más de 34 mil mexicanos muertos, la militarización del país, la criminalización de la protesta social, la intervención abierta de agentes de la DEA, la CIA y la FBI en México, y la violación cotidiana y sistemática de la Constitución General de la República y de las leyes que de ella emanan, es una guerra ajena a los intereses de los mexicanos, contraria al desarrollo nacional, y, sin la más mínima exageración, está al servicio de los monopolios y gobiernos de Estados Unidos. Es, pues, una guerra de los gringos.
Para fundar esta idea es indispensable hacer alusión a dos cuestiones fundamentales: 1) El consumo de narcóticos en EU, floreciente y creciente pese a la cuota de sangre pagada día a día por los mexicanos y colombianos, se sustenta en la siembra local, la adquisición de parte de la producción foránea, el comercio, el control y la distribución de enervantes en el país de los yanquis, que como es de sobra conocido, tiene un territorio más grande que México, el Caribe y Centroamérica juntos, y 2) El combate al narcotráfico y el crimen organizado como pretexto de los gabachos para intervenir, definir las políticas “nacionales” antinarco y controlar a Colombia, México, Costa Rica, Perú, Bolivia y otros Estados de la Patria Grande.
La potencia al norte del río Bravo es la principal consumidora en el mundo de cocaína, marihuana, hongos alucinógenos, crack y otros sicotrópicos, superando el consumo unido de América Latina, el Caribe, Canadá y Francia. Los drogadictos usamericanos son decenas de millones de hombres y mujeres, incluidos adolescentes y niños, que cuentan con sus revistas, periódicos y DVD para mejor consumir y “aprovechar” los estupefacientes que se meten en el cuerpo.
Es un secreto a voces que si hay bases militares y tropas de Estados Unidos en Honduras, Colombia, Afganistán y otros países, se extienden como reguero de pólvora el tráfico y consumo de drogas, el sida y otras enfermedades venéreas. Iguales consecuencias tiene el turismo norteamericano.
En Estados Unidos se adquieren cientos de toneladas anuales de droga que se producen en Colombia, Perú, México, Afganistán, Myanmar, Tailandia, Turquía y algunas naciones más, mismas que se distribuyen y venden en California, Washington, Oregón, Texas, Luisiana, Dakota del Norte, Illinois, Florida, Maine, Nueva York y en toda la Unión Americana. A esto hay que sumar la enorme producción interna, que en el caso de la marihuana es el primer productor mundial.
Para adquirir, almacenar, distribuir y traficar esos productos tóxicos se requieren cárteles, jefes de jefes, capos, policías, jueces, agentes aduanales, gobernadores, senadores y todos los miles de individuos que participan en tan redituable y execrable negocio.
Es sencillamente imposible adquirir, almacenar y colocar tales cantidades de estupefacientes sin el apoyo de sectores importantes del Estado gringo. Otra cosa no se la creen ni los genocidas que jefaturan al Ejército y la policía estadunidenses, pues algunos de ellos están metidos en ese sucio tráfico hasta las cachas. A propósito, conviene no olvidar el caso Irán-contras.
Los yanquis cuentan con satélites, aviones espías de alta tecnología, barcos, submarinos, helicópteros, aeroplanos, trenes, camiones y bases de radares en todas las fronteras y litorales de su gigantesco país, además de contar con servicios de información, espionaje, contraespionaje y provocación que tienen infiltrados a los ejércitos, policías y cárteles de Colombia, México, Perú y otros países hermanos.
Si los gobernantes norteamericanos se propusieran, realmente, combatir y eliminar el narcotráfico y el crimen organizado en su propio suelo, no sería posible adquirir y repartir una sola tonelada de cocaína. Así de fácil.
Los estadunidenses consumen estupefacientes en bares, cantinas, restaurantes, universidades, escuelas, barcos, aviones, parques públicos, jardines, bosques, playas, desiertos, bases navales, bases militares, cárceles, oficinas, fábricas, trenes, puertos, aeropuertos, calles y domicilios particulares. De hecho, se consumen sicotrópicos en todas partes de la Unión Americana.
Tal situación establece, de entrada, que un consumo de ese tamaño necesita, mínimo, de lo siguiente:
1) Jefes de jefes y capos poseedores de miles de millones de dólares y con las relaciones adecuadas con altos funcionarios públicos, militares, policías,
guardias fronterizos, alguaciles, rinches, agentes aduanales y burócratas en puertos, ciudades, aeropuertos, vías férreas, carreteras, barcos y yates marítimos y fluviales. De lo contrario, no sería factible introducir, distribuir y expender cientos de toneladas de narcóticos.
2) Sistemas de adquisición, almacenamiento, distribución y mercadeo que precisan de aviones, barcos y yates, camiones y muchos más vehículos para cubrir toda la geografía gringa. Dicho en otras palabras: son ocupadas en el narcotráfico cientos de miles de personas que van desde los gerifaltes lumpen-burgueses hasta los vagos distribuidores de carrujos de marihuana y otras pequeñas dosis de sustancias tóxicas.
El negocio de las drogas es una rama importante de la economía de Estados Unidos, muy por encima de varias ramas de la producción y los servicios. Por eso el gobierno y los monopolios usamericanos buscan regular el trasiego de enervantes, no eliminarlo. Más claro ni el agua.
3) El lavado de dinero proveniente del narcotráfico y el crimen organizado en Estados Unidos, involucra a parte importante del sistema bursátil, tanto de cárteles gringos como de colombianos, mexicanos, taiwaneses, afganos, turcos y de otras nacionalidades. Gringolandia es el centro mundial del lavado de dinero ilícito. Tiene tanta importancia este fenómeno que es un tema trillado en películas y series policíacas estadunidenses. Si fuera eliminado de golpe y porrazo el lavado de dinero, la economía gabacha tendría serios problemas. Esto explica, en parte, la farsa de la llamada guerra contra el narcotráfico.
4) La venta de armas de todo tipo a los grupos delicuenciales de México y otros países. A ciencia y paciencia de las autoridades de EU, la industria militar yanqui provee de pistolas, ametralladoras, granadas, bazukas y otros implementos bélicos a las tiendas extendidas por el inmenso territorio gabacho, donde se avituallan los cárteles de México y demás naciones.
Para entender el fenómeno del comercio ilícito de narcóticos, es menester no olvidar que el país más militarista, intervencionista y terrorista es Estados Unidos, así como también ocupa el campeonato mundial en la producción y el mercado de armamentos. Es, sin duda, el Estado que está en guerra permanente contra la independencia, la democracia y el progreso de América Latina, Asia y África. Es un Estado fuera de la ley internacional, expansionista, aventurero y guerrerista. Millones de muertos, heridos y desplazados han producido y producen sus intervenciones militares en Filipinas, Corea, Vietnam, Laos, Camboya, Nicaragua, Cuba, República Dominicana, Colombia, Granada, Panamá, Angola, Afganistán, Irak y tantos otros pueblos masacrados por los imperialistas del norte y sus testaferros armados.
Por si no bastara, los estadunidenses inundaron e inundan el mundo con bestiales dictaduras como las de Jiang Jieshi, Park Chung Hee, Syngman Rhee, Nguyen Cao Ky, Hají Mohamad Suharto, Lon Nol-Sirik Matak, Humberto de A. Castelo Branco, Ernesto Geisel, Juan Carlos Onganía, Jorge Rafael Videla, Gerardo Machado, Fulgencio Batista, Rafael Leónidas Trujillo, Fran ç ois y Jean-Claude Duvalier, Maximiliano Hernández Martínez, Anastasio Somoza padre e hijo, Carlos Castillo Armas, Efraín Ríos Montt, Alfredo Stroessner, Marcos Pérez Jiménez, Gustavo Rojas Pinilla, Augusto Pinochet y Roberto Micheletti, quienes figuraron y figuran entre los grandes amigos y contlapaches de los monopolios y gobiernos yanquis, algunos de ellos elevados por la historiografía imperialista a la categoría de héroes internacionales.
No hay que hacerse bolas, para golpear fuertemente al narcotráfico hay una vía expedita: que los usamericanos pongan orden en su casa, lo cual implica bajar el número de drogadictos a menos de dos millones de personas, destruir los cárteles gringos de la droga, impedir en forma radical el lavado de dinero en su sistema financiero y prohibir la venta de armas a los grupos delicuenciales de México y América Latina. De esta manera, sería relativamente fácil proceder a disolver los cárteles de la droga en la República Mexicana y Colombia. No habría necesidad, entonces, de las guerras de los gringos aplicadas y ejecutadas por sus agentes Felipe Calderón Hinojosa y Juan Manuel Santos Calderón.
La salida de fondo al problema del narcotráfico, como lo han planteado César Gaviria, Ernesto Zedillo y Gabriel García Márquez, es la legalización de las drogas. Así, los cárteles y la violencia que los acompañan desaparecerían como por arte de magia, pero su aprobación afecta a grandes intereses, como los de Estados Unidos; por eso no se avanza en este sentido.
Asumir la concepción usamericana sobre el narcotráfico es ponerse al servicio del intervencionismo de EU, con todo lo que eso conlleva para nuestros pueblos. Si se le agrega el terrorismo al problema del trasiego de estupefacientes, el panorama se completa para la injerencia yanqui. Los gabachos llaman a emprender guerras contra el narcotráfico, bajo su vigilancia, “apoyo económico” y control, con el objeto de intervenir para dominar a nuestros países. De ahí la necesidad de estos enemigos de América Latina de desmantelar a los Estados nacionales, propiciar la descomposición social e impedir el progreso de nuestras naciones. Quieren Estados controlados por los monopolios y gobiernos gringos.
Como lo prueban con creces los cables de Wikileaks difundidos por La Jornada, el gobierno de facto de Felipe Calderón sigue las órdenes de sus jefes y mentores de Washington, razón por la cual se embarcó en una guerra sin claridad en los objetivos, sin personal calificado para detectar los centros del lavado proveniente del comercio ilícito de drogas tóxicas y para ubicar a los jefes de jefes narcos y sus apoyos en los tres niveles de gobierno, con el Ejército y la Marina en funciones policiales y sin preocupación alguna por la población civil.
Los resultados están a la vista: una matanza insensata, inconstitucional e irresponsable que ha descompuesto el tejido social, debilitado al gobierno federal, fortalecido a los capitanes del trasiego de estupefacientes y facilitado el intervencionismo norteamericano.
El gobierno ilegítimo de Calderón, no reconocido por un elevado porcentaje de los votantes de 2006, con la guerra contra el narcotráfico ha conducido y conduce al país a una crisis jamás vista después de la Revolución mexicana: desindustrialización, desastre en el campo, salarios de hambre, persecución de sindicalistas, campesinos e indígenas, destrucción del sistema de seguridad social y la educación pública, eliminación de sindicatos y contratos colectivos de trabajo, desempleo agudo, entrega de los servicios e industrias estratégicos al capital extranjero, cuña agringada contra los pueblos latinoamericanos y caribeños, diplomacia en beneficio del imperio y seguidismo desvergonzado frente a los norteamericanos. En síntesis, la gestión de Calderón es inepta, corrupta y mentirosa, además de estar entregada en cuerpo y alma a los monopolios mexicanos, estadunidenses y españoles. El futuro, en tales condiciones, parece proyectar un desenlace: el Partido Acción Nacional será derrotado en 2012 y no levantará cabeza en varios años, pese al apoyo suicida que recibe de la derecha chuchista del Partido de la Revolución Democrática.
Para desgracia de México, la política antinacional, miope y entreguista del panismo ha desencadenado las peores tendencias e intenciones del imperialismo norteamericano, como no ocurría desde la década de los años 20. Declaraciones descaradas de miembros destacados del gobierno gringo, amenazas de intervención, presiones sobre la administración proyanqui calderonista, instalación en la capital federal y otras ciudades de agencias policíacas, de espionaje y provocación de EU, participación armada de agentes gabachos en pesquisas y enfrentamientos, bajo el manto de la anticonstitucional Iniciativa Mérida, que en esencia coincide con el Plan Colombia.
La cosa es más grave aún. En fechas recientes, los estadunidenses, especialistas en provocaciones y agresiones, comienzan a hablar de insurgencia del tráfico de narcóticos, de terrorismo narco y de posibles alianzas de Al Qaeda y los cárteles mexicanos, con lo que presionan y exigen más intervención en México. Entretanto, el “gobierno” del inepto, débil y entreguista Calderón continúa, al estilo de Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos, haciendo concesión tras concesión a los imperialistas del norte. De la digna política internacional de México hasta antes de diciembre de 1982, ejemplo de la América Latina, ya no queda ni la sombra. Los “dirigentes” del Estado mexicano han tirado la soberanía nacional por la borda y actúan como cipayos de EU.
En México, Colombia y demás países latinoamericanos el único y verdadero terrorismo es el de Estados Unidos, que cuenta con el respaldo de la gran burguesía, los latifundistas y la ultraderecha política; ese terrorismo se expresa en los intentos de asesinato de Fidel Castro, la realización de atentados contra hoteles y aviones, la quema de cosechas, la liquidación de cuadros revolucionarios, la implantación de bloqueos económicos, el apoyo encubierto y abierto a “gusanos”, contras, paramilitares y guardias blancas, la implementación de golpes de estado y acciones desestabilizadoras contra gobiernos patrióticos, amén de subsidiar a los grupos y partidos fascistas de Venezuela, Ecuador y Bolivia. Otro tipo de terrorismo no existe en nuestras tierras y sólo es una vulgar calumnia e invención de los imperialistas yanquis. Tampoco existe relación alguna de ninguna fuerza latinoamericana con Al Qaeda. Todo eso son cuentos norteamericanos, especialmente dirigidos al chovinismo anglosajón.
En ese marco se da la guerra de los gringos, aunque haya quienes la llamen de Calderón. Tal es la situación.
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