“Llegamos a la
frontera del Naranjo y empezamos a caminar por el monte, caminamos sin
parar dos días y una noche. Llegamos a Tenosique, nos montamos en el
tren y nos fuimos a Palenque. Allí esperamos el tren que iba para
Coatzacoalcos. Veníamos en ese tren y de repente apareció el retén, ahí
en la línea. Nos agarraron y todos los sueños se derrumbaron. Sólo me
puse a pensar ‘¡Todo lo que caminé! ¡Dios mío, por qué me haces esto!´”
Jorge Roberto Hernández, hondureño de 17 años, deportado a su país antes de cruzar la frontera mexicana.
México es un país de
origen y tránsito de migrantes que intentan llegar a los Estado Unidos
para alcanzar el sueño americano. Aquí, la migración es un negocio que
deja grandes dividendos a las redes del crimen organizado que se dedican
a la extorsión, el robo, el secuestro y la trata de personas.
Debido a su condición de “ilegales” y a
la criminalización de la que son objeto por parte de instituciones
gubernamentales y de algunos sectores de la población, los migrantes se
encuentran en una situación de vulnerabilidad extrema que los ponen a
merced de la corrupción, la discriminación, la xenofobia, las amenazas,
el robo, el secuestro, las violaciones sexuales y el asesinato masivo
por parte de las bandas del crimen organizado, hechos todos que han sido
documentados en los últimos años por organizaciones de la sociedad
civil defensoras de los derechos humanos, por las casas y albergues para
migrantes encabezados por la Dimensión Pastoral de la Movilidad Humana
(DPMH) y por diversos medios de comunicación que han difundido la
situación que viven los migrantes. México no sólo es para los migrantes
la frontera más grande, es también la más peligrosa. La militarización
del país y el crimen organizado son el muro más difícil de cruzar.
Brunilda, de Nicaragua, narra su
experiencia en Piedras Negras, Coahuila: “Fui secuestrada en Piedras
Negras, en el hotel Capri que está en el centro. Me secuestraron unos
polleros y me tuvieron cuatro días encerrada. Había un hondureño
conmigo, y él me propuso que nos escapáramos. Yo le dije que sí, y así
empezó la persecución. Nos seguían en trocas (camionetas) y nos seguían
los carros de la policía, porque en Piedras Negras hay una sola mafia:
polleros, taxistas y policías, son una sola mafia. Nos seguían en el
centro de Piedras Negras la policía, los taxistas, los secuestradores y
los polleros que nos tenían. En un momento sí me agarraron, uno de los
polleros me agarró de la mano, pero el hondureño se le fue encima y yo
me escapé y me fui a un supermercado que está cerca de un jardín. Me
escondí y allí estuve como cuatro horas tirada en un hormiguero, con las
hormigas picándome, pero yo decía prefiero que me piquen las hormigas a
que me agarren.
“Los secuestradores pedían a la familia
que pagase el doble o el triple de lo que ellos cobraban para pasarte al
otro lado, pero yo no tenía quién diera ese dinero por mí. Era obvio
que nadie iba a tirar un pinche dólar por mí, entonces por eso nosotros
decidimos que o nos escapábamos, o nos moríamos. El otro muchacho sí
tenía quién respondiera por él, pero no me dejó sola, por eso decidimos
escaparnos juntos. ¿Denunciarlos? No puedes. La ley está de parte de
ellos”.
De manera sistemática los migrantes
denuncian que a su paso por México, sufren toda clase de abusos, a
cualquier hora del día y de la noche, en calles, plazas u hoteles, y que
los crímenes son cometidos lo mismo por policías, polleros y pandillas
que los roban, golpean, extorsionan y secuestran.
Otro fenómeno al que se enfrentan los
migrantes es al de los “bajadores”, hombres fuertemente armados que los
esperan en algún punto para “bajarles” (robarles) todo cuanto traen
consigo: dinero, comida o ropa, y golpean a quienes se resisten, violan a
las mujeres y, en muchas ocasiones, asesinan también a las víctimas.
El secuestro de migrantes sucede en
muchas ocasiones porque los grupos de coyotes no pagan las cuotas
correspondientes al crimen organizado.
Encargados del Albergue de Migrantes en
Tierra Blanca, Veracruz señalan que “el año pasado fue una época donde
hubo muchos secuestros. Buscaban especialmente a los jóvenes que eran
coyotes y que antes transitaban libremente por esta zona, jóvenes que
subían y bajaban libremente a su gente hasta que, en un momento dado, el
crimen organizado comenzó a pedir cuotas. Desde entonces, el coyote
debía pagar la cuota de su grupo y éste pasaba más o menos indemne,
pero si el coyote no pagaba, entonces el grupo y el coyote eran
secuestrados, y muchas veces a quien más golpeaban era al coyote, porque
había osado tratar de pasar el territorio sin pagar. Nosotros tuvimos
aquí gente con heridas terribles, y después pudimos constatar que eran
coyotes y que les había ido así por haber tratado de transitar y hacer
pasar a su grupo sin pagar las cuotas”.
El secuestro es también un método
utilizado por el narcotráfico para conseguir sicarios “desechables”
mediante la fuerza y las amenazas. “Aquí levantan continuamente a los
jóvenes de las vías, se los llevan, vemos camionetas vigilando el
albergue y gente que conocemos como los halcones o los vigías que avisan
si hay o no hay muchachos”, señalan responsables del Albergue de
Migrantes en Veracruz.
Otro migrantes señalan que cuando se
subieron al tren en Tenosique, éste “ya venía secuestrado por hombres
fuertemente armados que tiraban a quienes no tuvieran las
características físicas necesarias para ser sicarios (jóvenes
atléticos)”.
Quienes deciden viajar en camión no
están a salvo de los peligros. En el albergue de Tierra Blanca, Veracruz
ha llegado una gran cantidad de migrantes centroamericanos que
denunciaron acosos en la línea de autobuses AU. Los migrantes explican
que “aparecían coches (no patrullas) con sirena y bajaban a la gente
del camión. Luego les quitaban todo lo que traían y a continuación el
camión se iba y los dejaba en plena carretera sin nada”.
La reciente manifestación contra la Casa
del Migrante en Tultitlan, y las declaraciones hechas por el presidente
municipal de este municipio criminalizando a los migrantes y asegurando
que el refugio “no ha dejado ningún beneficio a la población, sino que
únicamente ha traído delincuencia y alcoholismo”, son pruebas
fehacientes de que la xenofobia ha aumentado tanto por parte de la
sociedad, como de las autoridades. Pero, en la misma medida en que
crece la xenofobia y el acoso hacia los migrantes por el crimen
organizado y por las autoridades, se fortalecen en México las redes de
apoyo, las casas de migrantes y los albergues que siguen la ruta del
ferrocarril, la ruta del migrante.
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