9/15/2011

Todo México es una frontera


“Llegamos a la frontera del Naranjo y empezamos a caminar por el monte, caminamos sin parar dos días y una noche. Llegamos a Tenosique, nos montamos en el tren y nos fuimos a Palenque. Allí esperamos el tren que iba para Coatzacoalcos. Veníamos en ese tren y de repente apareció el retén, ahí en la línea. Nos agarraron y todos los sueños se derrumbaron. Sólo me puse a pensar ‘¡Todo lo que caminé! ¡Dios mío, por qué me haces esto!´”
 Jorge Roberto Hernández, hondureño de 17 años,  deportado a su país antes de cruzar la frontera mexicana.
 México es un país de origen y tránsito de migrantes que intentan llegar a los Estado Unidos para alcanzar el sueño americano. Aquí, la migración es un negocio que deja grandes dividendos a las redes del crimen organizado que se dedican a la extorsión, el robo, el secuestro y la trata de personas.
 Debido a su condición de “ilegales” y a la criminalización de la que son objeto por parte de instituciones gubernamentales y de algunos sectores de la población, los migrantes se encuentran en una situación de vulnerabilidad extrema que los ponen a merced de la corrupción, la discriminación, la xenofobia, las amenazas, el robo, el secuestro, las violaciones sexuales y el asesinato masivo por parte de las bandas del crimen organizado, hechos todos que han sido documentados en los últimos años por organizaciones de la sociedad civil defensoras de los derechos humanos, por las casas y albergues para migrantes encabezados por la Dimensión Pastoral de la Movilidad Humana (DPMH) y por diversos medios de comunicación que han difundido la situación que viven los migrantes. México no sólo es para los migrantes la frontera más grande, es también la más peligrosa. La militarización del país y el crimen organizado son el muro más difícil de cruzar.
Brunilda, de Nicaragua, narra su experiencia en Piedras Negras, Coahuila: “Fui secuestrada en Piedras Negras, en el hotel Capri que está en el centro. Me secuestraron unos polleros y me tuvieron cuatro días encerrada. Había un hondureño conmigo, y él me propuso que nos escapáramos. Yo le dije que sí, y así empezó la persecución. Nos seguían en trocas (camionetas)  y nos seguían los carros de la policía, porque en Piedras Negras hay una sola mafia: polleros, taxistas y policías, son una sola mafia. Nos seguían en el centro de Piedras Negras la policía, los taxistas, los secuestradores y los polleros que nos tenían. En un momento sí me agarraron, uno de los polleros me agarró de la mano, pero el hondureño se le fue encima y yo me escapé y me fui a un supermercado que está  cerca de un  jardín. Me escondí y allí estuve como cuatro horas tirada en un hormiguero, con las hormigas picándome, pero yo decía prefiero que me piquen las hormigas a que me agarren.
“Los secuestradores pedían a la familia que pagase el doble o el triple de lo que ellos cobraban para pasarte al otro lado, pero yo no tenía quién diera ese dinero por mí. Era obvio que nadie iba a tirar un pinche dólar por mí, entonces por eso nosotros decidimos que o nos escapábamos, o nos moríamos. El otro muchacho sí tenía quién respondiera por él, pero no me dejó sola, por eso decidimos escaparnos juntos. ¿Denunciarlos? No puedes.  La ley está de parte de ellos”.
De manera sistemática los migrantes denuncian que a su paso por México, sufren toda clase de abusos, a cualquier hora del día y de la noche, en calles, plazas u hoteles, y que los crímenes son cometidos lo mismo por policías, polleros y pandillas que los roban, golpean, extorsionan y secuestran.
Otro fenómeno al que se enfrentan los migrantes es al de los “bajadores”, hombres fuertemente armados que los esperan en algún punto para “bajarles” (robarles) todo cuanto traen consigo: dinero, comida o ropa, y golpean a quienes se resisten, violan a las mujeres y, en muchas ocasiones, asesinan también a las víctimas.
El secuestro de migrantes sucede en muchas ocasiones porque los grupos de coyotes no pagan las cuotas correspondientes al crimen organizado.
Encargados del Albergue de Migrantes en Tierra Blanca, Veracruz señalan que “el año pasado fue una época donde hubo muchos secuestros. Buscaban especialmente a los jóvenes que eran coyotes y  que antes transitaban libremente por esta zona, jóvenes que subían y bajaban libremente a su gente hasta que, en un momento dado, el crimen organizado comenzó a pedir cuotas. Desde entonces, el coyote debía pagar la cuota de su grupo y éste pasaba más o menos indemne,  pero si el coyote no pagaba, entonces el grupo y el coyote eran secuestrados, y muchas veces a quien más golpeaban era al coyote, porque había osado tratar de pasar el territorio sin pagar. Nosotros tuvimos aquí gente con heridas terribles, y después pudimos constatar que eran coyotes y que les había ido así por haber tratado de transitar y hacer pasar a su grupo sin pagar las cuotas”.
El secuestro es también un método utilizado por el narcotráfico para conseguir sicarios “desechables” mediante la fuerza y las amenazas. “Aquí levantan continuamente a los jóvenes de las vías, se los llevan, vemos camionetas vigilando el albergue y gente que conocemos como los halcones o los vigías que avisan si hay o no hay muchachos”, señalan responsables del Albergue de Migrantes en Veracruz.
Otro migrantes señalan que cuando se subieron al tren en Tenosique, éste “ya venía secuestrado por hombres fuertemente armados que tiraban a quienes no tuvieran las características físicas necesarias para ser sicarios (jóvenes atléticos)”.
Quienes deciden viajar en camión no están a salvo de los peligros. En el albergue de Tierra Blanca, Veracruz ha llegado una gran cantidad de migrantes centroamericanos que denunciaron acosos en la línea de autobuses AU. Los migrantes explican que “aparecían coches (no patrullas) con sirena y bajaban a la gente del  camión. Luego les quitaban todo lo que traían y a continuación el camión se iba y los dejaba en plena carretera sin nada”.
La reciente manifestación contra la Casa del Migrante en Tultitlan, y las declaraciones hechas por el presidente municipal de este municipio criminalizando a los migrantes y asegurando que el refugio “no ha dejado ningún beneficio a la población, sino que únicamente ha traído delincuencia y alcoholismo”, son pruebas fehacientes de que la xenofobia ha aumentado tanto por parte de la sociedad, como de las autoridades.  Pero, en la misma medida en que crece la xenofobia y el acoso hacia los migrantes por el crimen organizado y por las autoridades,  se fortalecen en México las redes de apoyo, las casas de migrantes y los albergues que siguen la ruta del ferrocarril, la ruta del migrante.

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