7/18/2010

Carta de un Loro desesperado


Querida Lola,
Te fuiste en un abrir y cerrar de alas, dejándome solo y triste en esta jaula ahora incapaz de retener tu recuerdo. Sin embargo, me valgo de todos esos momentos cuando unidos en un cuerpo de pluma y picos, nos deleitábamos de nuestra existencia placentera llena de miradas, palabras y demás acciones hoy irrepetibles en medio de estas barras frías y eternas que no se compadecen de este corazón helado.
Recuerdo cuando nos rescataron siendo apenas unos pichones venidos de la Sierra de Perijá, de manos de un vendedor en la calle. El plumón apenas cubría nuestra decencia pero el amor recibido de manos de los que cuidaron de nosotros, realizó el milagro de hacernos crecer hasta convertirnos en el par de Loros Reales que todo el mundo admiraba. Tanto por nuestra elocuencia como por el plumaje de verde esmeralda, éramos la joya de la casa y los mimos crecían tanto como nuestras alas, jamás cortadas en una muestra de extrema confianza y amor infinito de nuestros anfitriones quienes nos hablaban como si los entendiéramos.
Reconozco que un día mordí a uno de ellos en la mano, cuando preparaba lo que parecía una mudanza, donde le causé una herida dolorosa pero de quien no sentí ni un grano de rencor, por el contrario me respetaron más a partir del penoso incidente. Luego de ese día, nos montamos en un carro y al cabo de una jornada completa de marcha, dejamos nuestro estado natal y vinimos a dar al borde de la playa aquí en Lecherías.
Resultó bastante agradable comparado con Maracaibo, pero jamás nos resignamos a dejar el terruño que nos empolló y donde dejamos nuestros cascarones rotos.
Hasta que un día como cualquier otro en la mañana, durante la rutinaria limpieza de la jaula, sorprendiste a todos, especialmente a mí, al arrojarte de la seguridad de este recinto pequeño pero confortable hacia el poniente, por donde siempre calculamos se encuentra la Sierra. Volaste rauda con la fortaleza de tus bellas alas, mientras abajo todos gritábamos por tu suerte, desamparados por tu arrojo, sorprendidos y admirados de tu empeño de libertad. Vuela mi corazón emplumado ¡
No te culpo pero mi vida se detuvo en ese momento que te vi pasar frente a mí, vigorosa cuando sólo veías por tu ruta de escape, dejando atrás no sólo a este pobre loro sino a todo lo que habíamos construido juntos.
A quién le daré comida en el pico?, Quién me hará piojitos ahora?, Cómo quitarme este frío del cuerpo?. Me temo que mi garganta ahora muda no puede pronunciar tu nombre sin hacerme un daño inmenso.
A estas horas debes estar llegando al Venado, donde puedes descansar sin mayores riesgos apenas a un par de horas de la Costa Oriental, desde donde se ve nuestra ciudad, si puedo llamarla así.
Espero que no te olvides de mí y que en tu nueva vida, alcances todo aquello que soñamos juntos, así sea en alas de otro.
Jamás te olvidaré, mi Lora Lola.
Tu Loro,
Lalo

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