Como están las cosas en el mundo, que un perro haya disparado contra su amo ya no debería sorprender a nadie, el que lo hiciera por la espalda es sin lugar a dudas el hecho noticioso.
El mejor amigo de la humanidad ha sido cazador desde que apareció en el escenario terrestre, y la familia extendida se distinguió por sus técnicas de cacería en manada. Estrategias destinadas a separar y emboscar a las presas más suculentas, le ganaron un reconocimiento en el sindicato correspondiente. Jamás se supo de un ataque a mansalva y menos armado, hasta esta semana, tal y como se conoció de los eventos que tuvieron lugar en la histórica villa de Dargaville, en Nueva Zelandia. Establecida a fines del siglo XIX por un grupo de emigrantes de origen Yugoslavo, quienes legaron sus rasgos culturales a quienes hacen vida en este lugar del Pacífico.
Esta capital de la batata y sus 4.455 habitantes resultaron sorprendidas en su buena fe, cuando se enteraron de esta pérfida noticia. El presunto duxoricida en grado de frustración canina, no ha reparado en entregarse a la justicia, y de inmediato le han designado lugar de reclusión preventiva en la perrera municipal, donde fue recibido como un héroe entre aullidos y saltos de sus compañeros de especie.
Los sabuesos de la policía se avocaron a las evidencias, que por abundantes no dejaban de ser sorprendentes en virtud de la buena conducta y especialmente, la obediencia fiel que el presunto autor de los actos violentos ha demostrado sin reparos, a lo largo de su convivencia simbiótica con su amo. Comparecencias voluntarias se han multiplicado en los vecinos, para atestiguar sobre el comportamiento ejemplar del implicado.
Faltaba un motivo que permitiera establecer los autos y dejar que la justicia dictaminara este caso de jurisprudencia sin par, en el mundo de las legalidades. No se sabía de una agresión pública con esta saña, desde el Coliseo. Es de hacer notar que la víctima se encontraba atada con el cinturón de seguridad para el momento de los hechos, lo cual añade alevosía al ya de por si acto feraz.
El olfato de los cancerberos de la justicia los llevó a recabar pruebas incriminatorias que apuntaban a un caso de celos entre especies. La prensa reaccionó salivando a borbotones y los 4.455 habitantes de Dargaville vieron duplicar su población de la noche a la mañana. El hambre de noticias inesperadas en un mundo tan acostumbrado a crisis cada vez mayores, abrió inmensas oportunidades a los canales informativos del globo entero.
Se logró conocer que la acusación no dejaría dudas acerca de la culpabilidad, intento de homicidio calificado en grado de frustración, con flagrancia y alevosía. El sofista público quiso incluir la rabia como elemento agravante, pero de inmediato la defensa produjo el certificado vigente de vacunación respectiva.
Mientras se preparaban las evidencias y adelantaba la selección del jurado, al igual que Lázaro, el dueño del can salió del coma y al levantarse sus primeras palabras fueron para liberar a su fiel amigo de toda acusación. Tomó responsabilidad por todo lo ocurrido y se apresuró a presentar sus más sinceras excusas, a la vez que solicitó que le devolvieran a su compañero de aventuras de cacería. Presto, el juez retiró las imputaciones y se dio por concluida la causa.
A pesar de no haber sentencia firme, la perrera municipal solicitó la presentación de la correspondiente boleta de excarcelación, la cual fue librada diligentemente por el secretario del tribunal. El Veterinario Legal realizó el examen correspondiente para garantizar el estado de salud del protagonista de esta historia.
El Dargaville Times reprodujo la primicia en primera plana. La foto a seis columnas los muestra a todos felices, el dueño con su venda, el juez con su peluca y el policía con sus aperos. Y el perro con sus lunares, radiante, sentado orgulloso frente a ellos. Los visitantes no salían de su asombro ante el inesperado desenlace, mientras preparan maletas hacia el próximo destino.
A la final, qué podía esperarse de un pueblo de ancestros Croatas para con un Perro Dálmata?
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