8/04/2010

La Puta de Babilonia ( Fragmento Dos )

Del libro de Fernando Vallejo
Nihil novum sub sole dice el Eclesiastés, y sí pero no: siempre en todo hay una primera vez. Juan  XIX sucedió a su hermano, Benedicto VIII; pero ya antes Pablo I había sucedido a su hermano Esteban III. El papa Hormisdas engendró al papa Silverio; pero ya antes el papa Anastasio I había engendrado al papa Inocencio I. Bonifacio VII estranguló a Benedicto VI y envenenó a Juan XIV; pero ya antes Sergio III había asesinado a su antecesor León V y al antipapa Cristobal, y Pelagio había matado al papa Vigilio por corrupto. Ahora bien, hablando un papa matar a otro pues en el momento del crimen el homicida todavía no es papa. Hasta que el Espíritu Santo no dé su exaquátur en un cónclave, no hay papa. O sea: no puede haber dos papas vivos. Uno sí, con su antipapa y hasta dos antipapas; o ninguno durante los interregnos y mientras le eligen sucesor al muerto. Pero dos a la vez, no: repugna, teológicamente hablando. Así pues, por repugnancia teológica, es disparate hablar de papa papicida. Papa asesino y genocida ¡los que quieran! Pero papa papicida no. A Juan VIII lo envenenaron y remataron a martillazos. Adulador y servil como pocos, este maestro del oportunismo coronó a Carlos el Calvo afirmando que Dios había decretado su elección como emperador desde "antes de la creación del mundo", y en pago obtuvo una considerable ampliación de los dominios papales; se  prodigó en excomuniones tanto como nuestro Wojtyla en canonizaciones; fundó la primera marina real con barcos propulsados por remeros esclavos y mató a infinidad de sarracenos como "animales salvajes". Un pariente que aspiraba a sucederlo  en el cargo lo envenenó y lo remató a martillazos: malleolo  dum  usque in cerebro constabat, percusus est, expiravit (hasta que el martillo se le quedó clavado en el cerebro), según dicen los Annales Fudlenses  con una elegante concisión digna de historiador romano.
A Andriano II , que había mandado a azotar desnuda por las calles de Roma a una dama noble y que le había hecho sacar los ojos a un alto oficial del palacio Laterano, lo asesinaron: hoy es santo y su fiesta se celebra el 8 de julio. A Esteban VII lo encarcelaron y estrangularon. Este papa hijo de una sacerdote fue el que hizo exhumar a su antecesor el papa Formoso, con nueve meses de muerto, para juzgarlo en el famoso “sínodo de cadáver”, en que lo revistió de sus ornamentos pontificios, lo sentó en la silla de Pedro, lo juzgó por tres días y lo condenó por “ambición desmedida de papado”: le arrancaron las vestiduras papales, lo vistieron con harapos, le cortaron tres dedos de la mano derecha para que se curara el vicio de bendecir, lo arrastraron por las calles entre risotadas y burlas, lo volvieron a desenterrar, lo desnudaron, y así, desnudo, mutilado, vejado y putrefacto lo tiraron al Tíber.
A Esteban VII lo había precedido Bonifacio VI, un hijo de Obispo que reinó doce días y murió de gota. Y lo sucedió el papa Romano, hermano del papa Marino I y ambos hijos de cura. A Romano, que reinó tres meses y murió en forma sospechosa, lo sucedió Teodoro II, que murió igual alos veinte días de su pontificado; alcanzó a sacar del Tíber el cadáver de formoso y a enterrarlo por tercera vez revestido de nuevo de sus galas pontificias. A Benedicto IV lo mataron en medio de una refriega entre sus partidarios y enemigos del difunto papa Formoso unos agentes de Berengar de Friuli, rey de Italia. Y a Juan X lo depusieron, lo encarcelaron en Castel Sant' Angelo y lo asfixiaron con un cojín por instigaciones de Marozia, la hija de Teodora la vieja, que había sido su amante y la que lo elevó del obispado de Ravena al papado. Dos grandes méritos tiene este papa: hizo arzobispo de Reims a Huguito, un niño de 5 años hijo del arzobispo del conde Heriberto; y tuvo con Teodora la Vieja una hija, Teodora la joven; madre de Juan XIII. Aún no lo canonizan.
 Esteban VIII murió desorejado y desnarigado por andar conspirando contra el todopoderoso señor de Roma Alberico II a quien le debía el puesto. A Benedicto V, que había deshonrado a una doncella y huido a Constantinopla con lo que no se alcanzó a llevar a Juan XII del tesoro de San Pedro, a su regreso a Roma sin un quinto León VIII le desgarró las vestiduras, le arrancó las insignias papales y el báculo y tras hacerlo arrodillar le rompió la cabeza a baculazos: un marido vejado lo cosió a puñaladas (más de cien) y luego lo arrojó a un pozo. El bondadoso historiador de la Iglesia Gerber lo llamó "el más inicuo de todos los monstruos de la impiedad". ¡Qué va! ¡Tampoco fue para tanto!
Como a su tocayo Juan X, Juan XIV murió en Castel Sant' Angelo, pero no asfixiado sino envenenado: el antipapa Bonifacio VII lo tumbó, lo apaleó, lo encerró y lo mando a envenenar, pero ni aquél se le considera mártir ni a éste papa. Gregorio V, papa a los 24 años por obra de su primo segundo el emperador Oton III, cegó y aligeró de orejas, nariz, lengua, labios y manos al antipapa Juan XVI (Juan Philagathós que fuera arzobispo de Piacenza), lo coronó con una ubre de vaca, lo paseó montado en asno por Roma y lo encerró en un monasterio donde murió desconectado del mundo, si bien en este caso no hay papicidio propiamente dicho sino más bien un simple antipapa escarmentado. Sergio IV cayó asesinado junto con su protector Juan Crescencio durante una revuelta en Roma. A Clemente lo envenenó con plomo Benedicto IX, nuestro papa niño, no bien creció, por amir a una prima y a cambio de los diezmos de Inglaterra había abdicado en favor de su padrastro Gregorio VI, a quien Clemente II sucedió. El sucesor de Clemente, Dámaso II, murió en Palestrina a los veintitrés días de pontificado, según unos de malaria, según otros, envenenado por el mismo ex papa-niño. ¡Ah qué me iba a imaginar yo que el laúd de mis amores iba a resultarme un papicida doble! Eso de "Dejad que los niños vengan a mí" es puro cuento. Los niños son corruptores de mayores y en cada uno de ellos hay un asesino en potencia. Estripan con sus piececitos a los grillos y les sacan los ojos a las ranas.

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