11/03/2010

Ajuste de cuentas

 Mike Whitney
Los demócratas conservan en principio la mayoría en el senado con 51 escaños, 46 para los republicanos y ningún voto para los independientes. En el congreso 150 escaños para los demócratas, 230 para los republicanos, 41 no decididos, los demócratas  pierden la mayoría. Entre las elecciones a gobernador 14 demócratas, 9 no decididos, 1 independiente y 26 republicanos. Jerry Brown candidato demócrata en California parece ganar y la proposición para legalizar la marihuana no pasa por una amplia mayoría. Harry Reid, jefe de la mayoría en el senado mantiene su escaño y derrota o la candidata del Tea Bag Party Sharron Angle. Al perder la mayoría, Nancy Pelosi deja de ser líder en el congreso y es sustituida por John A. Boehner, nuevo jefe de la mayoría republicana en el congreso. En resumen: derrota estrepitosa de los demócratas en el congreso, victoria pírrica en el senado y derrota estrepitosa de la mayoría de los candidatos del Tea Bag Party, incluida Christine O'Donell, la candidata que juraba que no era una bruja. “Que comience el derrumbe”  Mike Whitney
Barack Obama fue llevado a su cargo en 2008 por una ola de euforia populista. Para cuando los votos se cuenten en las elecciones de mitad de período de hoy, las tasas de aprobación personal de Obama habrán caído a bajos históricos y será universalmente reconocido como el hombre que llevó al Partido Demócrata a la ruina.
Aunque sigue siendo popular entre fieles del partido, el presidente se ha vuelto radioactivo entre los independientes –el grupo crítico de votantes indecisos que han huido en masa del campo de Obama frustrados por su falta de audacia y/o de cambio. Nadie se imaginó que estaban eligiendo a George W. Bush para un tercer período cuando depositaron su voto para el inspirador senador de Illinois hace dos años. Pero es lo que recibieron. Decir que sus partidarios están desilusionados es una burda subestimación del pesimismo que se ha diseminado como una plaga entre los fieles al partido. La gente se ha hecho más y más cínica ya que se da cuenta que ninguno de los partidos ofrece un camino hacia un verdadero cambio estructural. El sistema se ha roto; Obama simplemente ha sacado a la luz la podredumbre del corazón de la democracia estadounidense.
En realidad no es sólo por culpa de Obama. Fue seleccionado por elites que pensaron que podían llegar a la Casa Blanca por su parloteo de sonido encumbrado. Y lo lograron también, pero ahí fue cuando comenzaron a quedar en claro las cosas, mientras se dejaban de lado una promesa electoral tras otra. Obama incluso dio marcha atrás con respecto a temas que no le habrían costado gran cosa en términos de capital político –como los gays en las fuerzas armadas o que no se cuestionara el intento de California de liberalizar las leyes sobre la marihuana. Temas que habrían reanimado el apoyo entre su alicaída base liberal. Pero, no. Obama se opuso ferozmente a hacer pequeñas concesiones a “la izquierda profesional”. Como se burló genialmente Humphrey Bogart: “Los golpearán y les gustará”. Hoy descubriremos cuánto “les gusta”.
Los votantes tuvieron todas las oportunidades del mundo en 2008 para descubrir la verdadera posición de Obama respecto a los problemas, pero prefirieron no hacerlo. Prefirieron ignorar que fue un firme apoyo del cenagal en Afganistán o que votó por la Ley Patriota, el rescate TARP y las escuchas sin mandato legal. Y cuando se rindió a la presión de la derecha y lanzó a su amigo y pastor, el reverendo Jeremiah Wright, al bordillo de la acera, sus devotos miraron para otro lado. “La personalidad no importa”, pensaron. “Lo que importa es la esperanza”.
Desde que ocupa el cargo, Obama ha aprobado la política de asesinar sin el debido proceso a ciudadanos estadounidenses sospechosos de terrorismo, ha autorizado operaciones de inteligencia/contrainsurgencia en países extranjeros, ha rechazado solicitudes de habeas corpus para presuntos terroristas y se ha negado a honrar su promesa de cerrar el gulag estadounidense en la Bahía de Guantánamo. Hizo todos los acomodos imaginables a las compañías de la gran finanza, del gran petróleo y farmacéuticas –hasta permitir que lo utilizaran como ilustración en una serie de fotos sobre una playa en Luisiana durante el derrame de petróleo del Golfo para transmitir la impresión de un jefe del ejecutivo que “siente el dolor” de la gente del lugar, cuyas vidas han sido destruidas por la negligencia criminal del contaminador en serie BP. Ha hecho todo lo posible para aplacar a la minoría del Partido Republicano en el Congreso mientras apoyaba el punto de vista favorable al recorte del déficit y belicista de la derecha dura.
Se podría argumentar que los demócratas corporativos que llenan la actual administración son más competentes que los chapuceros del equipo de Bush. Pero aunque sea verdad que Clinton, Holbrooke y Gates son más discretos e imaginativos que Wolfowitz, Cheney y Rumsfeld, la gente no votó por ellos. Quería cambio y no lo consiguió. Lo que consiguió fue un personal de gestión imperial más hábil. Nada más. De modo que ahora los senadores, congresistas y gobernadores demócratas enfrentan la perspectiva de una oleada republicana, seguida por dos años de impasse político durante el cual el desempleo aumentará a un 11%, la extrema pobreza subirá a niveles no vistos desde el Siglo XIX, más de un gobierno estatal se declarará en bancarrota y el rechazo republicano de una segunda vuelta de estímulo fiscal lanzará a la economía de vuelta a la recesión. Al mismo tiempo la erosión de las libertades civiles, los rescates, las intervenciones clandestinas en el extranjero, el alarmismo, la tortura, y las guerras continuarán al mismo ritmo.
La votación de hoy es un referendo sobre la presidencia de Obama. Que comience el derrumbe.

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