El Nolato
- ¡Oh extranjero! –expresó Fátima -. Como ya podras imaginar, los mamelucos priistas se sirven del ejército de efrits del mal. Los poderes de ese lado del universo no van a la zaga del lado de la luz, y de ahí que no debes de subestimar a estos esclavos venidos a políticos.
- Entiendo ya, Fátima.
- Y fue así que –continuó Fátima -, andando el tiempo, el reinado de los mamelucos priistas terminó por desatar a la peor de las calamidades…
- ¿Qué hicieron?
- Debes saber que el gran efrit del mal sirve al gran califa Mickey –aclaró Fátima -. Ese gran efrit del mal tiene efrits cuya tarea es conducir a las escuelas del imperio. Ahí moldean muy a modo la mente lánguida, escurridiza y malévola de los efrits menores y de polítcos e intelectuales del mundo subdesarrollado, para luego soltarlos a que colaboren en la majestuosa obra del califato de Mickey. Y fue que ahí, en una de las más selectas escuelas del imperio, se forjó uno de los mas poderosos efrits priistas. Y cuando ese efrit volvió al reino, a estos Emiratos Mexicanos, su patria, los mamelucos priistas lo alzaron al poder, al califato…
- ¡A un efrit! –interrumpió Mustafa muy sorprendido.
- Y no a cualquier efrit, extranjero –aclaró Fátima-. Estamos hablando del efrit que, a la vuelta del tiempo, se convertiría en el más poderoso servidor del gran señor de las tinieblas y del mismo califa Mickey. Y el portento mágico de este efrit del que te hablo consiste sobre todo en el poder de otrogar a su dueño toda clase de concesiones, contratos, licencias y permisos para adueñarse y explotar todos los recursos de la nación. Su poder para escamotear lo ajeno supera a todos los poderes políticos y judiciales juntos de este reino, y es más peligroso y feroz que un ejército de cien mil abogados en tiempos de la gran puta de Babilonia.
- No sigas, Fátima –dijo Mustafa muy triste -. Con sólo imaginar el colosal poder de semejante efrit, ya puedo imaginar lo difícil que fue enfrentar a los mamelucos priistas.
- Aunque engañoso es el dichoso efrit, forastero –corrigió Fátima-. Colosal en poderes, sí; mas en apariencia es, podría decirse, normal. Mas su faz es engañosa, pues si siempre sonríe, por debajo de esa máscara se oculta un mundo de tinieblas y de brumas espesas, un mundo lóbrego. El poder de este efrit brutal quedó de manifiesto muy de entrada, forastero, pues recién perdió en las urnas la elección contra la izquierda y, por un acto portentoso de magia, con un simple chasquido de sus dedos, fulminó el sistema y lo sumió en la nada.
- Poderoso efrit; se va viendo.
- Y resulta, así –prosiguió Fátima -, que fue precisamente bajo el régimen de este efrit, en apariencia apacible, que se da inicio a la fase culminante y de más completa devastación de la infraestructura pública para la entrega posterior de los recursos de la nación al califa Mickey y sus vasallos. Y esto no se limitó a la esfera del petróleo…¡No, qué va!...¡Eso sí que fue una orgía de depredación!...Ese nuevo régimen arrasó con la minería, la electricidad, las comunicaciones y todo cuanto se pusiera en la mira de la actividad depredadora de Mickey y este bestial gobierno de los mamelucos priistas. Aquello, ¡oh forastero!, nos dejó prácticamente en el más lamentable estado de indigencia.
- Increíble, Fátima.
- ¿Increíble? –dijo con ironía teatral Fátima -. Increíble es lo que viene a tus oídos a continuación.
- ¡Por Alah, Fátima!...Cada vez que te digo que no creo algo por su realidad incomprensible, tú me sales con que “¡increíble es lo que viene!”
- Los ridículos y los absurdos de este país, forastero –atajó Fátima -, son tan de gran talla y de número tan incontable, que bien se parecen a la trama de Las mil y una noches: cada absurdo encierra en su seno otro absurdo aun más increíble.
- ¡Y agárrate, extranjero! –exclamó Fátima para continuar con su narración -. Resulta que luego llegó un nuevo califa de los mamelucos priistas que mandó al ostracismo al efrit califa, a la plaga. Se dice que lo mandó encerrar en un perol encantado o algo por el estilo, y que luego lo tapiaron bajo tierra con mil cerrojos encantados.
- ¡Vaya que era peligroso el efrit! –exclamó Mustafa.
- Peligroso es poco, un juego de niños, extranjero –agregó Fátima.
- Bueno, pero al menos este nuevo califa hizo un bien al reino con eso de tapiar al efrit del mal, ¿no te parece? –dijo Mustafa.
- Pues sí –replicó Fátima -; pero a la vuelta de la esquina, este califa nos dejó peor que antes.
- ¿Cómo?
- Debo decirte que la avidez de los mamelucos priistas durante el califato de este efrit fue tan feroz, tan devastadora –aclaró Fátima -, que menguaron la riqueza nacional en grado sumo y muy sensiblemente, casi al grado de la imposibilidad de reproduccción. Pero eso no arredró al nuevo califa de los mamelucos priistas. ¡No, qué va! Hasta parece que esa nueva condición de escasez espoleó la actividad depredadora de los mamelucos priistas, tal como si todo se fuera a acabar…
- Ya veo por qué los mamelucos priistas mandaron al ostracismo al efrit –interrumpió Mustafa.
- Temían que el efrit no dejara nada, por supuesto – cerró Fátima -. Pero eso no fue lo peor, forastero. Porque este nuevo califa, no contento con seguir con la empresa mameluca, nos dejó al final de su mandato a unas bestias de peor calaña: los mamelucos panistas.
- Algo nos contó el tío Abdel en sus cartas –dijo Mustafa -. Tengo entendido que ese partido era una esperanza para muchos de ustedes, ¿no? Digo, espero que aquí la historia ya tome mejores tintes, porque sí no mejor nos tiramos al vacío.
- Mucho ruido y nada de nueces…¡puro cascajo infeliz! –djo Fátima-. Al correr el tiempo, cuando los mamelucos panistas se hicieron del poder aprovechándose del descontento popular mediante engañifas, demostraron ser de igual calaña que los otros. Llegaron al poder solamente para acelerar y completar la davastación que habían iniciado y sostenido los mamelucos priistas. De hecho, son tan de igual naturaleza ambos bandos, son tan los mismos, que la cultura popular los ha terminado por fusionar bajo el mote ingenioso y mordaz de “mamelucos prianistas”…
En eso Mustafa prorrumpió en carcajadas, y dijo…
- ¡Qué creativos los mexicanos!...Perdón: los emirateños…o emires…o lo que sea.
- Y tan podrido está todo el sistema de partidos en este país, ¡oh forastero! - prosiguió Fátima -, que la gente del pueblo raso se ha dado al juego de adaptar ese mote para incluir a todas y a cada una de las fracciones existentes, desde verdes y aliancistas, hasta una banda de cuatreros electorales que asolan como peste calamitosa algunas regiones del país y que se dan en llamar Los Chuchos…¡Hágame el favor, forastero! –exclamó Fátima muy indignada y cruzada de brazos, para luego añadir -: Como si no tuviéramos ya suficiente con Alí Babá y sus cuarenta ladrones.
- ¿Es todo? – expresó Mustafa muy incierto ya -. Porque sí hay más, ya mejor desmantelemos a este pobre país que existe de milagro.
- Hay más –dijo Fátima.
- ¡Por Alah! –imploró Mustafa a los cielos.
- Mas, me abstendré de seguir, extranjero –dijo Fátima -, porque lo que importa decirte es esto: desde que dejó el poder don Lázaro Cárdenas, este país pasó a ser víctima de esa horda de esclavos, los mamelucos priistas, que luego se metamorfosearon en mamelucos prianistas. El proceso sigue, no ha parado y parece apuntar a una sola meta: la devastación completa de los recursos nacionales.
Mustafa se quedó pensando en todo lo que había escuchado. Y al poco rato, dijo…
He estado pensando en muchas cosas que mi padre le dijo a mi tío Abdel, Fátima. Recordé esas cosas, porque parece que mi padre logró atisbar el posible futuro de este país. Déjame leerte agunos párrafos para que entiendas esto. Y dado el permiso, Mustafa dijo…
- Esto fue, Fátima, lo que mi padre le escribió a mi tío Abdel…
Gracias a tus cartas, Abdel, nos ha quedado ya muy claro que don Lázaro ha obrado con una habilidad política notabilísima, pues ha logrado concretar una empresa que, de suyo, se antojaba casi imposible para un ser humano…el presidente de México ha actuado con un alto sentido de la oportunidad política. No ha podido este hombre elegir mejor momento para realizar su hazaña. Estando como está el mundo, saliendo de una grave crisis mundial y en las puertas de una conflagración planetaria, a los dos imperios les puede resultar sumamente aventurado y riesgoso emprender una invasión o un bloqueo feroz sobre México.
Nos parece que el resultado ha de depender de la solidaridad del pueblo de México con su presidente. Recuerda que los colosos de la rapiña se valen de continuo de traidores, vendepatrias y peleles en potencia, y de ahí guarda mucha razón tu preocupación con la clase política que rodea a este señor Lázaro Cárdenas.
Todo aquello que sucede en México, Abdel, es un hecho histórico excepcional. Su excepcionalidad se da por dos motivos especiales: en primer lugar, porque México tuvo la dicha de tener en el señor Lázaro a un líder casi único por su honestidad y real patriotismo; en segundo lugar, porque se aprovecharon circunstancias históricas que muy difícilmente se volverán a repetir en el futuro. Así que elevamos plegarias al divino Alah para que el pueblo de México sepa valorar el grande, excepcional y maravilloso aporte de este notable líder político que, de un golpe, los ha puesto a todos, y a las generaciones por venir, en la ruta de ser una de las grandes potencias de este planeta.
- Ahora, Fátima –dijo Mustafa -, esto fue lo que mi tío Abdel le respondió a mi padre…
Aunque todo parece indicar que las cosas se han ido atenuado con los dos imperios y todo se va restituyendo a la calma y a la santa paz, parece que no nos equivocamos con la clase política en torno a don Lázaro. Ésta ha empezado a mostrar sus colmillos y su hocico espumeante, y no descarto que esté siendo azuzada por los dos imperios a fin de derrocar a don Lázaro. Si la guerra directa no es posible, creo que se están valiendo de la clase política local para intentar golpes de estado. No sé si este estado de cosas vaya a terminar cuando mueran los caudillos revolucionarios. Es cosa que no sé responderme.
- Y esto, Fátima –añadió Mustafa -, fue lo que mi padre opinó sobre el futuro en México…
Creo que, en lo sucesivo, los imperios de occidente no cejarán en sus intentonas de armar golpes de estado o manipular las cosas del petróleo a través de esa clase política servil de la que tanto me has hablado, Abdel. Incluso veo que este tipo de tácticas pueden resultar más rentables que una guerra de invasión a México.
Todo esto que me cuentas me hace temer mucho por el futuro de México y su petróleo, Abdel. No siendo posible que don Lázaro, el profeta mexicano, gobierne ininterrumpidamente, no siendo posible que sea eterno y siendo muy difícil que surja otro igual a él, veo que las cosas públicas de México tendrán que caer finalmente en manos de esa clase política bastarda de la que hablas. Y ya las cosas en sus manos, ¡que Alah el misericordioso salve a los mexicanos!
- Menudo problema tienen en este país, Fátima –dijo Mustafa muy consternado una vez que terminó de leer-. Es un país de cabeza. Mientras el mundo en desarrollo avanza hacia la democratización de los recursos nacionales, ustedes, por el contrario, abandonan ese estado ideal que ya habían logrado con Lázaro Cárdenas, y por el que los demás sueñan hoy en día, para ir hacia atrás en la historia, es decir, hacia la privatización de los beneficios y la socialización de los costos y las pérdidas. Ustedes quieren entrar al lugar que los demás ya están abandonando; y quieren abandonar el lugar al que todos desean entrar.
- Resulta que estos mamelucos prianistas –añadió Mustafa -, pisoteando los grandes logros de don Lázaro, han llevado a México hacia atrás en el tiempo y lo han aposentado en aquella etapa que nosotros, en medio oriente, vivimos a finales del siglo diecinueve, cuando el petróleo se lo apropiaban por completo los jeques y emires de las tribus por un brutal acto de autoridad sostenido en el terror y la ignorancia de los pueblos. Y si analizas con rigor, te va resultando que los mamelucos prianistas son exactamente igual que los modernos dictadores orientales que se adueñan del petróleo para su provecho. ¡Son exactamente lo mismo!
- Y yendo más a fondo, Mustafa –corrigió Fátima -, los mamelucos prianistas tienen más recursos por espigar que los príncipes dictadores de medio oriente.
- Por supuesto, Fátima – dijo Mustafa -. Y eso ya nos deja claro el motivo por el cual este país se ha convertido en la cuna de los más ricos y portentosos sultanes del orbe, cuando ustedes, la gran masa, son de los más pobres…¡Qué gran ironía, Fátima!...Pero eso no es sino el más inmediato síntoma de la bestial expoliación que esos mamelucos han ejercido sobre ustedes…¡Son riquezas personales ilegítimas y bañadas de ignominia y engaño!
- Creo que ya te queda clara la causa de esta moda arabesca en el reino de los mamelucos – dijo Fátima -. Creo que ya debes de entender por qué visten como jeques y emires, por qué han vestido los recintos públicos con arquitectura arabesca, por qué un ejército otomano, por qué un escudo nacional con la media luna, por qué Emiratos Mexicanos Unidos…
- Si, lo entiendo, Fátima –dijo Mustafa -. Y entiendo su profundidad y me queda claro que va más allá de una moda o un hábito pintoresco. Todo eso representa la usurpación de un país por parte de una clase de esclavos mamelucos que se han investido ilegítimamente como jeques, emires y sultanes, para apropiarse de la riqueza de la nación para provecho de ellos y del gran califa Mickey, su amo.
- Absurdo, ¿no? –declaró Fátima.
- Absurdo no…¡Irracional! –exclamó Mustafa menenado la cabeza -. ¡Bonito negocio agarraron ustedes los mexicanos! Mustafa repasó el bello rostro de Fátima en silencio, soltó un hondo suspiro, después de lo cual dijo…
- Hay algo que no logro comprender, Fátima. Si ustedes se dan cuenta de todas esas injusticias, si ustedes patentizan ese proceso generalizado de depredacion sobre los recursos que pertenecen a la nación, si ustedes son testigos de esta orgía de escamoteos y engaños que han dado al traste con el logro de don Lázaro Cárdenas, si saben que todo eso está terminando por cancelar el futuro de todos ustedes y el de sus hijos y el de los hijos de sus hijos, ¿cómo es que no hacen algo?
Fátima se encogió de hombros en silencio.
- ¿Acaso necesitan llegar a un estado tal de abandono y pobreza en que ya no tengan otra opción que vivir como una horda errante y desheredada, para frenar de una vez ese proceso de rapiña? Pero si han de despertar hasta ese momento, ¿para qué ya?, ¿para rescatar un futuro que les pertenece, pero que ya se habrá esfumado?
Fátima volvió a encogerse de hombros.
- Creo que el problema de ustedes, Fátima –dijo Mustafa -, es que juzgan su situación contra el fondo de los más miserables de este planeta; no se atreven a ver hacia adelante, hacia lo que han dejado de ser por tolerar a esa horda de bandidos. Creo que solamente toman en cuenta los mendrugos que les han dejado en las manos, pero no paran mientes en todo lo que han perdido a causa de toda esa horda de depredadores.
- ¿Sabes, Fátima –dijo Mustafa -, a cuánto puede ascender la fortuna maravillosa que estos señores le han escamoteado a la nación a lo largo de decenios y decenios? Si cuentas las fortunas que todos esos mamelucos prianistas han amasado, más la que han amasado los empresarios favorecidos por ellos, más la que se ha tragado Mickey, llegarás a una cifra que, por su cuantía, te bastará para poner a México en la punta del desarrollo de naciones; y no solamente a los más favorecidos, sino a cada uno de los mexicanos.
Fátima se encogió de hombros una vez más. No perdía de vista la muy febril indignación de Mustafa. Y después de un lapso de silencio, Fátima por fin se atrevió a decir algo…
- Entiendo tu pasmo y tu indignación, forastero. Tus mismas emociones son compartidas por la gran mayoría del pueblo; y si tú repruebas el que permanezcamos con los brazos caídos y como en un estado de apatía, es quizás porque subestimas en alto grado el poder de los mamelucos prianistas y sus efrits.
- Sigo sin entender su apatía, Fátima. No hay justificación alguna para actitud tan reprochable en un pueblo.
- Quizás es que han logrado aplastar nuestra razón, nuestra dignidad y nuestra esperanza –dijo Fátima con un gesto de desconsuelo-. Quizás es que han logrado al fin convencernos de que somos un pueblo ignorante y muy incapaz de administrar su propia riqueza. Nos han repetido tantas veces ese discurso que…
- Nada, Fátima –interrumpió Mustafa -, ni la misma ignorancia, justifica este abandono por ustedes mismos. ¡Todo un pueblo ha sacrificado y cancelado su futuro para el beneficio de unos cuantos bandoleros!
- ¿Conoces la caja maravillosa? –preguntó Fátima.
Dejemos por hoy a Fátima con su caja maravillosa.
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