7/31/2017

¿Pueden gobiernos opresores, asesinos (EEUU, México…) exigir democracia a Venezuela?

Pedro Echeverría V.       https://pedroecheverriav.wordpress.com
1. Por convicción debo apoyar todas las luchas sociales genuinas, con historia, donde no tenga duda en su manipulación. El pueblo mexicano lleva siglos batallando contra sus opresores de todo tipo; pero mucho más desde que en 1982 se impuso totalmente la privatización, el neoliberalismo, los programas económicos y políticos dictados por los EEUU y el FMI; asimismo desde que comenzó a crecer en México, de manera acelerada, el desempleo, los salarios de hambre, la migración de “braceros” a los EEUU, el comercio informal y eso que llaman delincuencia.
2. Las luchas sociales diarias en Venezuela, que llevan 120 días en las calles, son manipuladas de manera abierta por los grandes empresarios de ese país y por el imperio de los EEUU. El gobierno de Hugo Chávez fue electo, reelecto y reconfirmado por el pueblo venezolano de 1999 a 2013; pero desde su primer año los empresarios y el imperio lo calificaron de “dictador” porque Chávez les impuso prohibiciones y castigos para frenar el saqueo al país como antes de 1999; sobre todo del petróleo y los medios de información; por ello gritaron y comenzaron a boicotear.
3. Estuve en Venezuela en 2010 y pude ver cómo –desde entonces- se compraba ilegal, pero abiertamente, el dólar pagando mucho más que los bancos; además cómo comenzaba la “escases” de mercancías que se embodegaban por los empresarios para subir los precios. La campaña contra el gobierno “dictatorial” de Chávez era brutal, en todos lados, pero aún con voz baja. Me disgustó que Chávez en 2002 –cuando recuperó su gobierno de manos golpistas- no haya encarcelado a los empresarios conjurados, como escarmiento y ejemplo.
4. La muerte de Chávez y el ascenso del presidente Maduro en Venezuela coincidió con la caída de Dilma en Brasil, el triunfo de Macri en Argentina, el fin del gobierno de Correa en Ecuador y de Mojica en Uruguay, así como Ortega de Nicaragua o los Castro de Cuba, que apoyaban a Chávez/Maduro y dominaban la región. El Imperio de EEUU y los derechistas México y Colombia están aprovechando este debilitamiento de los creadores de UNASUR, para golpear a esos países. México hoy golpea al gobierno de Maduro demostrando que se arrastra a los EEUU.
5. El presidente Maduro, golpeado fuerte por el cínico gobierno de Peña y su canciller Videgaray, ayuda a los luchadores sociales de México cuando denuncia a fondo al gobierno de Peña. Chávez calificó correctamente a Fox como el “cachorro del imperialismo” porque con sus palabras y actitud eso demostraba. Al gobierno de Peña se le califica de “gusano” del imperialismo porque como los demás presidentes sólo aprendió a arrastrase frente a Obama y frente a Trump. Escucho en este momento que los yanquis han pedido la salida de su personal de la embajada. ¿Van a invadir los gringos acaso? (28/VII/17)

La teoría conspiranoica llamada "ideología de género"

Un texto de Ana Campoy       Publicado en Huffpost

Un nuevo término se ha ido arrastrando en el discurso de los conservadores de todo el mundo. El término es el de "ideología de género"
En México, miles de manifestantes denunciaron la propagación de la llamada "ideología de género" en marchas contra el matrimonio entre personas del mismo sexo en septiembre de 2016. Semanas antes, grupos religiosos en Colombia acusaron al gobierno de querer adoctrinar a los niños enseñando "ideología de género" en las escuelas; Semanas después, acusarían a los funcionarios de inyectar la supuesta ideología en los tratados de paz que buscaban poner fin al medio siglo de guerra civil del país.

Activistas en España y Polonia han utilizado la misma frase para combatir los esfuerzos por reconocer que la identidad de género y la orientación sexual van más allá de los hombres y mujeres heterosexuales. Incluso el Papa Francisco planteó la noción el mes pasado (octubre de 2016), instando a la compasión sacerdotal por las personas que luchan con su identidad de género o orientación sexual, pero rechazando "el adoctrinamiento de la Teoría de género" y su "colonización ideológica".

¿En qué consiste esta ideología aparentemente omnipresente que tiene tanto a católicos y conservadores tan nerviosos? Según ellos, es una cosmovisión, inventada por académicas lesbianas y feministas radicales, de que el género no tiene nada que ver con las diferencias biológicas y puede ser elegido a voluntad. Lo caracterizan como una peligrosa línea de pensamiento que amenaza con infectar a los niños y destruir la democracia.

De hecho, la "ideología de género" es una invención de la derecha. Es una mezcolanza de ideas dispares desarrolladas por un grupo diverso de pensadores en los últimos 50 años. Realmente no existe más allá de los manifiestos de sus creadores y las banderas de protesta, pero ya les ha ayudado a conseguir algunas victorias muy reales.


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http://blog-sin-dioses.blogspot.com/2017/07/ideologia-de-genero-teoria-conspiranoica.html

A medio siglo de Cien años de soledad

Graziella Pogolotti       Juventud Rebelde
Las letras hispanas conmemoran con justicia el cincuentenario de la publicación de Cien años de soledad. El entonces joven periodista Gabriel García Márquez había escrito en aquel momento otros textos narrativos. Pero el éxito súbito, inmediato, fulgurante de Cien años… lo sorprendió tanto como a sus editores. Las reimpresiones   se sucedían a ritmo impresionante. Macondo, lugar mítico, se convirtió en referente familiar aun para aquellos que no habían leído la novela. Algunos lo asociaron a la noción del subdesarrollo. Como suele suceder con fenómenos de tan vasto alcance, varios factores intervinieron en tan sonado acontecimiento. Había aparecido un escritor de garra que estaba renovando los códigos literarios. Otros, sus pariguales en la historia literaria, tuvieron que atravesar un camino lleno de obstáculos. El contexto histórico favoreció la sorprendente acogida.
Al terminar la Segunda Guerra Mundial, el imperio extendió su poderío. Se desencadenó la Guerra Fría y se aceleró el proceso de descolonización. Tanto había sido el horror que las capas medias que conformaban una parte significativa del potencial público lector, ansiaban un mundo de paz, se distanciaban del círculo cerrado de su entorno inmediato y colocaban la mirada en otros horizontes. El mundo se había vuelto más pequeño y, sin embargo, contenía muchos territorios aún inexplorados. La literatura europea, que había marcado pautas por varios siglos, mostraba señales de cansancio. Fue la etapa del auge de los viajes submarinos y del descubrimiento de testimonios de civilizaciones perdidas. Comenzaba a renovarse el interés por América Latina.
En esas circunstancias, del lado de acá del planeta ocurrió lo inusitado. Un puñado de guerrilleros, armados con recursos propios, derribó una dictadura sostenida por un ejército profesional y respaldada por el Gobierno de Estados Unidos. En medio de los festejos del Año Nuevo, la noticia recorrió el mundo. Lo insólito se había convertido en realidad posible. El triunfo de la Revolución Cubana y el pensamiento renovador, ajeno a presiones dogmáticas que dimanó desde la Isla, fueron factor decisivo, a no dudarlo, para un cambio de época.
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El Ultimo Tren

VI.    El 88

Mientras Cervantes destrozaba a Mozart yo me encontraba hacinado entre la bola de infelices que la leva había levantado. Había dejado de llorar.  Ya no tenía más lágrimas.  Además que el ambiente no era propicio para mostrar debilidad. 

Hoy puedo decir que la Grilla, mi Dulcinea del monte, sería la primera, que no la última, mujer por la que arruine mi vida.  Y también sería la primera cabrona que me rompería el corazón. Pero nada de esto me preocupaba en esos momentos pues al fondo de la plaza, enfrente del edificio jodido que atrevían a llamar la “comandancia” pude observar al rural Cárdenas hablando con un oficial.   

--Traje cincuenta cabrones, mi capitán --explicó Cárdenas.   

Los hijos de puta rurales habían levantado peones en todo el pueblo, sin respetar que algunos eran apenas niños o ya eran ancianos. 

El oficial nos vio con un mal disimilado desdén.  Era un catrín muy prendidito con el pelo todo envaselinado. Sus botas federicas eran lustrosas y portaba en sus manos enguantadas un fuete.  Era Cervantes que finalmente se había dignado emerger del cuchitril donde hacia su oficina, aunque en esos momentos yo desconocía su nombre.

--Ya ni la chinga, mi cabo.  ¿De dónde agarro tanto infeliz jodido? Apuesto a que estos cabrones casi ni hablan español –dijo Cervantes riéndose--.  Servirán, acaso, para carne de cañón.

--No les confié, mi capitán. Hay varios que son rete broncos --Cárdenas me apuntó--.  ¿Ve a ese cabrón chamaco? Mató a dos de mis hombres a machetazos. No lo fusile nomas porque tenía que completar la cuerda. Es todo un asesino.

--¿Ah sí? –contesto Cervantes retorciéndose el bigotazo a la káiser--.  Pos se lo voy a encargar al sargento Toribio. Ese es un verdadero hijo de puta y le va a quitar lo machito.

Para esas alturas, así hambriento y adolorido como estaba, no me importaba si me asignaban a las órdenes del mismo diablo. Pero en eso vi que una mujer se le acercaba a Cárdenas y mi corazón sufrió un sobresalto. Me paré todo adolorido de la loza. Era la Grilla. No pude evitarlo. Me dirigí a ella.

--¡Sois mi cielo! ¡Mi sol! --exclamé aproximándome a ella con los brazos abiertos.

La mujer, que le llevaba un taco al tal Cárdenas, me observó con asombro. Era evidente que se había “arrejuntado” con Cárdenas.

No llegue ni cerca. Un culatazo me tumbó. 
 

--¡Regrésese al redil, cabrón! --me dijo uno de los juanes que me había soltado el marrazo.

--¿Ya vide, mi capitán? --dijo Cárdenas--.  Yo que usted lo mandaba fusilar. A menos que crea poder domar a ese cabrón.
 

Cervantes oyó las palabras retadoras de Cárdenas y se puso morado.

Escupí unos dientes y sangre. Pero lo que más me dolió fue la risa de la Grilla. Como dije, ahí mismo me rompió el corazón.

--No se preocupe Cárdenas –contesto Cervantes con voz patibularia.  Él tenía poderosas razones (que ustedes ya conocen) para mostrarle a Cárdenas que sí, si era un todo hijo de la gran puta. 
 

El oficialito se me acerco y me dio un fuetazo inmisericorde.  

--¡Este cabrón va a aprender a respetar! –grito Cervantes--. ¡A ver, sargento Toribio! ¡Agarre a este cabrón y pásenlo por cajas de inmediato! ¡Está bajo su mando de ahora en adelante! ¡Póngale una chinga de perro bailarín para que se le quite lo gallito!

El tal Toribio era un indiote con cara de asesino con una cicatriz que le dividía la nariz. Ordenó a sus gentes que me llevaran ante una mesa improvisada.

--¿Nombre? --preguntó un sargento pagador.

--Manuel Pavón.

--Ponga su cruz aquí, en la raya.

--Sé leer y escribir.

--Pos jirmele entonces.

--¿Este pendejo sabe leer y escribir? –pregunto Cervantes con curiosidad.  
 

Debo apuntar que el ejército porfiriano, sobre todo los infelices que levantaban de leva, no se comparaba al cuerpo de ejército de oriente del inmortal Zaragoza donde la mayoría, si, aunque usted se asombre, sabía leer y escribir.  No, el ejército de don Porfirio era puro proletario que el dictador mandaba a combatir al mismo pueblo al que pertenecían. 

El hijo de puta de Cervantes se me acerco y me levantó la cara con el fuete.  

--No está mal. No es algo de lo que le presumiría a Ignacio de la Torre y Mier, pero no, no está mal. ¡Báñenlo y asígnenlo a mi servicio!

--Es un asesino, mi capitán –advirtió el sargento Toribio--.  Déjele que lo quebré y se lo suelto.

--No, sargento.  Así me gustan, broncos --respondió el capitán acicalándose el bigote y alejándose.

Te hubiera ido mejor conmigo, muchacho --me dijo el tal Toribio en voz baja--. Yo solo te partiría la jeta pero te haría soldado. Ese puto del capitán Cervantes te va a querer hacer mujer. ¿De dónde eres?

--Soy de aquí Coscomatepec, mi sargento.
 

Sucedió entonces uno de esos hechos que solo ocurren en la imaginación febril de ciertos escritores entre los cuales, por supuesto, no puedo colocarme.  Suplico su tolerancia, lector.  Mire, si usted cree que Thenardier pudo encontrar al coronel Pontmorency entre la caballada muerta en el camino hundido ese en Waterloo –tal afirma el genial Víctor Hugo—pos no se asombre de lo que me sucedió después.

¿Eres de los Pavón de este rumbo?

--Sí, mi sargento.

--¿Conoces a Francisco Pavón el maestro?

--Sí, mi sargento. Es mi tío.

--¡Puta madre! Fuimos amigos de chamacos. Escucha, muchacho, te voy a ayudar. Quítame el rifle y dame un guamazo. ¡Hazlo!

Sin pensarlo más hice así.  Le arrebate el máuser y tumbe al sargento de un culatazo (a pesar de nunca haber manejado esta arma) y me temo que le hice escupir varios dientes.  Ya se imaginaran.  Los otros soldados me dieron de golpes de inmediato.  Y se armó toda una bronca. El caso es que esa noche dormí preso y encadenado en un vagón de ferrocarril que usaban de calabozo.  Pero por lo menos no dormí en la alcoba del capitán Cervantes. La única bronca era, como me explicó el sargento Toribio, que se supone que me iban a pasar por las armas al amanecer.

--¡Ay Dios! --gemí.

--No chille Pavón --se rio el sargento—pórtese hombrecito cuando este frente al pelotón. 
 

El fulano había tomado de buena manera el golpazo que le di.  No le tenía mucha simpatía a Cervantes. 

--¡Puta madre!  ¡Estoy muy joven para morir!  ¿Y que será de la Grilla? 

--¿Quién? 

--Olvidelo mi sargento –respondi tratando de calmarme. 

--¡No chingues!  Escucha, muchacho, no te van a fusilar.  Veras, ya llegó la orden de montarnos en el tren para el norte –explico Toribio--. Con la corretiza ni quien se acuerde de ajusticiarte. No somos el ejército prusiano, chingaos, donde son muy detallistas los cabrones.  Además ya le dije al coronel que si ocurrió lo que ocurrió fue porque no quería que Cervantes te pisara. El coronel ya conoce a Cervantes y entendió. Te aconsejo que no te le acerques al capitán de ahora en adelante, no sea que si te pase por las armas.

No pude evitar temblar. ¡Iba a vivir!  ¡Si!  ¡Aun en medio de este infierno viviría un poco más!
 

--¿Nos vamos a ir hoy, mi sargento? –mi respeto y agradecimiento a ese hosco soldado era sincero.

--Si, primero a Orizaba y de ahí rumbo al norte. Vamos a partirnos la madre  con los maderistas. Don Porfirio no va a entregar la silla ansina nomas. Va a haber bronca. Tú haz lo que te digo y estarás a salvo.  Bueno, eso creo.

Y si, una hora después me soltaron calladamente sin hacerla de tos.  Mis compañeros de leva y yo fuimos vestidos en el uniforme típico del pelón federal: el pelo cortado a rape para medio evitar los piojos, un quepí de tiempos de Juárez, un fusil mohoso, pantalones y camisa de caqui, y huaraches. Entre mentadas y juramentos subimos la caballada a los trenes y luego nos encaramamos (como pudimos) encima de estos.

Finalmente la maquina silbó tres veces.  ¡Estábamos en camino! Entre la gente que se arremolinaba en la estación creí ver a Cárdenas con la Grilla al brazo. Una tristeza tremenda me embargó. No me importaba ya morir. Me desquitaría con los maderistas, pensaba. Jure entonces que algún día mataría al tal Cárdenas. Lo volvería a ver, si, en Ciudad Juárez y luego me lo encontraría en una noche horrible, en febrero de 1913, atrás de Lecumberri, cuando él estaba a cargo del piquete –y yo entre ellos—que escoltaba a los señores Madero y Pino Suarez a su Gólgota. Pero esa historia la relatare más adelante.
 

Vide desaparecer las torres de mi querido pueblo y si me puse a llorar aunque con disimulo.  El ramal de vía angosta eventualmente nos llevó hasta Orizaba.  Ahí nos cambiamos a otro convoy. Se repitió el desmadre de bajar y subir la caballada y cargar la impedimenta.  Por supuesto, yo estaba ciscado todo el tiempo temiendo que me encontraría otra vez a Cervantes.  Pero ese cabrón parece que se subió al vagón de los oficiales y se puso a chupar mezcal mientras los jefes se encargaban de organizar el traslado. 

El que si estaba todo el tiempo en el andén vigilando todo con ojo de águila era el coronel, un fulano gordo y cachetón como de unos cincuenta años.  Era evidente que Toribio y el resto de los jefes los respetaban y obedecían sus órdenes sin chistar. 

--¿Cuántas gentes tenemos ya Toribio?  --pregunto el coronel. 

--Entre mi gente y la de los otros jefes creo que andamos por 600 ya mi coronel. 

En efecto, en Orizaba se nos habían unido más levas, en su mayoría indígenas del rumbo de Zongolica.  El coronel ordeno formarnos para ser inspeccionados.  Esto tomo un tiempo y muchas mentadas de madre de los jefes.  La razón pronto se hizo evidente. 

--A ver, ¿Cuántos de ustedes hablan español? –pregunto el coronel. 

Yo y unos cuantos más, no muchos, alzamos la mano. 

El coronel sacudió la cabeza.  Ordeno entonces que se aproximara otro jefe, un tal sargento Domitilo, que hablaba náhuatl, lengua que domina en la sierra negra.

--A ver, Domitilo, quiero dirigirme a estos cabrones.  Traduce lo que les diré. 

Y el coronel comenzó su perorata. 

--¡Soldados!  ¡Bienvenidos al glorioso 88 batallón de infantería! 

Me temo que el tal Domitilo era un cabrón, tal vez maderista o magonista encubierto o que se yo.  Yo medio mascullaba el náhuatl y esto fue lo que el tal Domitilo les dijo a los infelices que había levantado la leva: 

[¡Ya se los llevo la chingada cabrones! ¡Bienvenidos a este cuerpo jodido!] 

El coronel continuo sin tener idea de lo que Domitilo había traducido.

--¡Los felicito pues tienen la misión sagrada de defender a las instituciones combatiendo a los rebeldes y agitadores maderistas! 

[¡Don Porfirio esta terco en morirse en la silla y por ello ustedes van a ir a dejar sus huesos al norte!] 

--¡Sepan ustedes que este batallón se cubrió de gloria en Padierna combatiendo a los gringos!

[¡A este batallón le partió la madre los gringos por culpa de unos mandos pendejos y ahora nos va a volver a pasar igual!] 

--¡El 88 ha cubierto de gloria las armas mexicanas!  

[¡Chinguen a su madre los putos gringos!] 

Por lo menos al traducir esto Domitilo si hubo una reacción favorable de los enganchados.  Nadie quería a los gringos. 

El coronel se había entusiasmado viendo la exaltada reacción de su tropa pensando que ardían en ganas de morirse por don Porfirio. El coronel entonces asumió la típica retorica patriótica. 

--¡No permitáis que el enemigo os arrebate estas sagradas enseñas!  ¡Mostraos duros y valientes ante él!  ¡No le tengáis misericordia!  ¡La patria tendrá laureles de victoria y vos un sepulcro de honor! 

[¡Si!  ¡Ya nos llevó la chingada pues tenemos puros pendejos al mando!  ¡No se hagan ilusiones!  ¡Son hombres muertos cabrones!  ¡Y todo para que ese viejo puto siga mangoneando!] 

--¡La nación se enorgullece de ustedes!  ¡Sois los hijos más valerosos de México! 

[¡Y ni intenten juyirse al monte porque los agarraremos y los fusilaremos de inmediato!] 

--¡Viva Porfirio Díaz!  ¡Mueran los que atentan contra las instituciones que han hecho de México lo que es hoy! 

[¡Que se pudra el viejo puto!  ¡Que chinguen a su madre el gobierno federal y los pendejos que nos comandan!] 

Gracias a Dios que termino la arenga.  Fue murmurando, con ojos desorbitados y muy pálidos que la tropa del 88 batallón se encaramo, resignados, sobre los vagones.  Tiempo después me entere de lo que Kemal Ataturk le había dicho a sus tropas en Galipoli cuando se les vinieron encima los ANZACs: “no estáis aquí para detener al enemigo sino para haceros matar y darle tiempo a nuestros refuerzos a que lleguen”.  Creo que Kemal fue más honesto que el coronel.  ¿Por qué dorarle la píldora a la tropa diciéndole zalamerías pendejas al estilo del coronel?  Domitilo hizo lo correcto, desde ese punto de vista, al decirle la verdad a la tropa, aunque el efecto fue brutal en nuestra moral. 

--Los veo muy callados Domitilo –observo el coronel. 

--Ansina son estos pinches indios, mi coronel.  El fervor patrio no les cabe en el pecho y no saben que decir.  Ya vide que ni hablan español.

El Ultimo Tren

V.      Cervantes 

El capitán de caballería José Guadalupe Cervantes era un hombre alto, bien formado, con el bigotazo a la káiser de rigor.  Su uniforme era elegante y las botas federicas eran lustrosas igual que las espuelas de plata.  El pelo, que ya pintaba unas cuantas canas pues tenía 36 años, estaba cuidadosamente peinado y fijado con brillantina.  Sus manos, enguantadas en piel de ante, eran pequeñas, casi femeninas. 

Cervantes se sirvió un trago de mezcal.  Aborrecía esta bebida pero hacía meses que no había visto una botella de whisky.  Afuera del miserable inmueble que era la comandancia de la plaza de Coscomatepec se oían gritos y mentadas de los jefes pastoreando a la gente de leva que acababan de levantar.  Cervantes maldijo quedamente con disgusto ante esos gritos y se tomó el trago de un solo sorbo. 

El capitán era hijo de una familia acomodada de Guadalajara.  Su padre era médico y muy respetado en la comunidad.  Cervantes era el menor de tres hermanos.  De los dos más grandes, uno había estudiado medicina y empezaba exitosamente su carrera trabajando bajo la tutela de su padre. El otro había asumido el sacerdocio y era ya secretario particular del arzobispo.  Se auguraba muchos éxitos para los dos hermanos. 

Cervantes, por su parte, era melancólico y solitario y de frágil salud.  No había destacado académicamente.  Francamente, su padre se sentía desilusionado con él.  Desafortunadamente, el padre no oculto sus sentimientos.

Ahora bien, por lo general no falta un anciano judío de piochita que se pone a hacer toda clase de conjeturas sin sentido acerca de la psicología de personas como Cervantes, el cual, digámoslo abiertamente, era homosexual.  Yo más bien creo que si Cervantes resulto como era pos era porque “ansina lo hizo Dios” y no soy nadie –y dudo que usted lo sea, estimado lector-- para juzgarlo. 

El caso es que fue una sorpresa para su familia cuando Cervantes anuncio su intención de entrar al H. Colegio Militar y ahí comenzar una carrera en la milicia.  Su familia, si, sintió cierto orgullo por ello aunque no entendían por qué Cervantes se inclinaría por una profesión tan azarosa, siendo tan delicadito.  La realidad era que, para Cervantes, la compañía de los hombres le era atractiva.   

Entiéndase que la homosexualidad entre la elite militar mexicana, un secreto a voces, no era exclusiva de nuestro país.  Por ejemplo, en Potsdam, el estado mayor del ejército alemán estaba lleno de “locas”.  E igual pululaban en la marina la Kaiserliche Marine, al grado que el mismo kaiser se quejo con el almirante von Tirpitz que su estado mayor estaba“demasiado bonito”.  ¿Y qué decir del ejército inglés?  Ahí ni disimulaban los cabrones y no faltaban oficiales que rehusaban una prestigiosa comisión en el Coldstream Guards y preferían incorporarse a un batallón escoces donde el uso del kilt o falda era de rigor.  El caso es que tal inclinación nunca ha sido obstáculo para ser un buen militar y de esto abundan los ejemplos.   

Y si, Cervantes resulto ser buen militar.  A pesar de la brutal disciplina que prevalecía en el H. Colegio Militar Cervantes sobresalió.  Resulto ser un jinete excelente y diestro en el uso del arma blanca.  No, no era erudito, pero para entrarle a la caballería es requisito ser medio bruto, según he atestiguado.  ¡Imagínese montar una yegua a todo galope y saltar entre los acantilados y cañadas y nopaleras que el ejército mexicano usaba para entrenar a sus jinetes!  Más de un cadete se había matado “entrenándose”.   

Sus calificaciones en el H. Colegio Militar siempre fueron de “excelente”. Y así un buen día Cervantes se encontró entre la guardia personal del dictador, Porfirio Díaz, vistiendo los suntuosos uniformes que estos portaban y montando los trakener pura sangre que el dictador había mandado traer desde Europa.  (Estos caballotes no estaban hechos a los calorones y “abruptas serranías” del bolsón de Mapimi y valían para pura y celestial chingada pero se veían rete bonitos en los desfiles.) 

El mismo dictador lo aplaudió y lo señalo en uno de los festivales militares que se organizaban el campo Marte a los que asistía don Porfirio y su sequito.  Cervantes, a todo galope, salto hábil y espectacularmente su yegua sobre unos obstáculos formidables.  Fue entonces que don Porfirio lo señalo y dijo:  

--¡Ese oficial es lo que los gabachos llamaban un beau sabre! 

Todos los lambiscones presentes tomaron nota del elogio e inevitablemente Cervantes también atrajo la atención de Ignacio de la Torre y Mier.  Este era un hacendado de Morelos y yerno de don Porfirio.  Este fue encargado por don Porfirio para dar las preseas del caso.  Al recibir Cervantes su medalla del hacendado tal vez sus miradas se sostuvieron una fracción de segundo en demasía.  Pero fue suficiente para reconocerse.  La homosexualidad de de la Torre y Mier era un secreto a voces en Chapultepec. 

Si, el dictador sabia de las tendencias de de la Torre y Mier.  Pero mientras practicara el llamado “vicio griego” con discreción no había ningún problema.  Su hija lo amaba pues, en justicia, si era buen marido y para don Porfirio era razón de realpolitik tener en su familia a un fulano tan influyente en el sur, “aun si era joto” como decía el viejo.   

Así fue como Cervantes y de la Torre y Mier se conocieron y se relacionaron.  Llegaron a ser íntimos (por supuesto).  Esto resulto en el ascenso a capitán de Cervantes.  Su carrera militar estaba boyante.  No tardaría mucho, le aseguraba de la Torre y Mier a Cervantes, para que una aguilita de general se le posara en el kepi.  Sus méritos eran tales (no los detallare), opinaba el hacendado, que esto era inevitable.
 
Todo se vino abajo en medio de un escándalo que se grabó en la historia mexicana.  Hubo una tertulia convocada por de la Torre y Mier.  Ya se imaginaran.  La policía capitalina se enteró e hizo una redada (al responsable luego lo pusieron como perro bailarín y no lo bajaban de pendejo).  Arrestaron a todos los asistentes, 41 en total, incluyendo al hacendado morelense y a Cervantes (este último estaba vestido como la Catrina de Diego Rivera).  

Por supuesto, de la Torre y Mier no estuvo más que unos cuantos minutos en la barandilla.  De inmediato vino la orden “de arriba” de sacarlo. Cervantes no fue tan afortunado.  Paso esa noche en la chirona.   

El régimen maiceo a los medios para callar lo que había sucedido.  Pero la noticia cundió de todas maneras.  La plebe empezó a preguntar con malicia que ¿quién había sido el “41” que había salido libre de inmediato? 

Por lo que toca a Cervantes, salió al día siguiente bajo una fianza que el ejército pago discretamente.  Afortunadamente, no había trascendido que un oficial del estado mayor presidencial había sido uno de los arrestados en la razzia.  Y es que con dinero baila el perro.  Sin embargo, la cúpula militar tenía que actuar.  Iban a hacer un ejemplo de Cervantes para que el resto “se anduvieran derechitos”. 

Tres generalotes se reunieron para decidir sobre Cervantes.  El de mayor jerarquía era un viejo formidable con el pelo cortado a cepillo y una cicatriz horrenda que le desfiguraba la cara (el sablazo se lo había asestado un zuavo durante la defensa del Loreto).  Pero había un problema con los otros dos.  Uno de ellos había, si, asistido a la tertulia fatídica pero fortuitamente había tenido que irse temprano, antes de que la chota irrumpiera en el lugar.  El otro había estado enfermo y por tal razón no había podido asistir.  Esto lo sabía el viejo de la cicatriz y este los miraba encabronado con los ojos entrecerrados. 

--Entiendan, carajos –dijo el viejo--, que no condeno a Cervantes por puto sino por pendejo.  ¡Mira que hacerse arrestar vestido como vieja!  Creo que lo mejor sería darle cinco minutos a solas con una 45, tal y como se hace en esos casos en el ejército prusiano. 

Los otros dos generalotes cruzaron miradas y pensaron al unísono: ¡uff! ¡De la que nos salvamos! 

--Me temo, señor general, que en Alemania no lo obligarían a suicidarse por puto –se atrevió a decir uno de la pareja, recordando una noche de pasión que había tenido con un joven oficial de la guardia del Kaiser durante una misión militar que don Porfirio había mandado a Berlín. 

--¿Ah no?  ¡Pos que se suicide por pendejo!  --grito el viejo--.  Le ha costado una feria a la presidencia tapar el escandalo con de la Torre y Mier.  ¡La puta plebe ya ha hecho toda clase de chistes obscenos sobre el tema! 

--Pues no veo porque perjudicar a Cervantes si de la Torre y Mier ya la libro.  La plebe siempre andará de hocicona –contesto el otro generalote. 

--¡Me lleva la chingada! –rugió el viejo que intuía que los otros dos estaban tratando de proteger a Cervantes por cojear de la misma pata--.  ¡No compare a Cervantes con el yerno del presidente! 

--No creo que sería practico que se suicide o que lo “suicidemos”, mi general.  Tampoco sugiero que lo reduzcamos de rango.  Todo eso atizaría el escándalo. 

--¡Pos algo tenemos que hacer con ese cabrón! –insistió el viejo. 

--¿Qué tal si lo asignamos a un batallón de línea y lo mandamos al norte, sin reducirle el rango?  ¿Quesque para que adquiera experiencia? 

Y así fue como Cervantes fue mandado al norte, a Sonora, a combatir las sublevaciones de los yaquis.  Esas campañas fueron verdaderos genocidios y mancharon para siempre el honor del ejército mexicano.  Y Cervantes participo en más de una matanza de mujeres y niños indígenas.  Los últimos ápices de su decencia fenecieron entre las llamas donde se habían amontonado los cadáveres de los yaquis ajusticiados sin misericordia por los militares. 

Y es que en defensa propia Cervantes se tuvo que volver cruel.  Los rumores lo acompañaban.  ¿Por qué un oficial de las guardias presidenciales, se preguntaban irremediablemente sus compañeros, andaba en chinga en la sierra matando indios?  Y peor, la tropa era como los perros.  Olían luego luego si había algo sospechoso en los antecedentes de un oficial.  La única manera en que Cervantes podía sobrevivir entonces era volverse todo un hijo de la gran puta.  Así le tenían miedo y nadie, ni sus compañeros o la tropa, se atrevía a murmurar.   

Pero lo que más le dolía a Cervantes era encontrarse en pueblos perdidos en la sierra donde casi no había civilización.  Él, que había sido un asiduo visitante a la ópera, que bebía champagne en la cena, que portaba uniformes hecho a la medida, que acostumbraba usar colonia y que se ofendía si olía la mierda de un caballo, que dormía en camas mullidas, ahora se encontraba en el verdadero ejército mexicano, el de las tortillas viejas, los frijoles podridos, el pan con gorgojos, las mentadas de madre que azulaban el aire, los petates a manera de colchón, las soldaderas cabronas que interrumpían su marcha –brevemente—para parir un chamaco, y el olor de la soldadesca que no se bañaba en semanas porque en el norte pos nomás no hay agua. 

Pasaron los años y eventualmente Cervantes se encontró asignado al 88 batallón de infantería.  Este operaba nominalmente en la línea Coscomatepec-Orizaba-Tierra Blanca.  Acaso contaba con 250 hombres, la mayoría oficiales y jefes.  Cuando aconteció la huelga de las hilanderas hubiera sido natural que el gobierno los hubiera usado para reprimirlas a sangre y fuego.  Sin embargo, ese dudoso honor correspondió al 29 batallón de Aureliano Blanquet, traído de ex profeso desde la capital para asesinar a las obreras.  Tal parecía que al mando supremo le importaba una chingada la existencia del 88.  Era ese cuerpo donde asignaban a los oficiales en desgracia. 

Todo eso cambio cuando inicio la insurrección maderista.  Debo apuntar que Veracruz era un hervidero de rebeldes.  No, la revolución no se inició nada más en el norte.  En Veracruz abundaban los cabecillas que se alzaban en armas en todo sotavento.  En los alrededores de Puerto México (Coatzacoalcos) también pululaban los rebeldes y no había tren que no fuera asaltado o peor, dinamitado.  Y en el norte, en los feraces campos petroleros de la Faja de Oro, los ataques a los yacimientos eran constantes.  Los británicos amagaban ya con mandar a los Royal Marines para proteger los pozos.  Pero, por alguna razón, en lugar de usarlo en Veracruz, uno de los “genios” del mando supremo ordeno que el 88 se reconstituyera con gente de leva y se le mandara a Ciudad Juárez a pelear. 

Y es en medio de la inducción de las levas al 88 que nos encontramos con Cervantes, el cual trata de olvidar su situación bebiendo un humilde mezcal en lugar del whisky al que se había acostumbrado en Chapultepec. 

Cervantes saco de su magro menaje un disco y le dio cuerda a su vitrola. Tal vez, pensó, Mozart le ayudaría a olvidar las mentadas de madre que afuera se oían.  Fue un error.  La aguja, colocada aleatoriamente, había caído en el aria de Figaro a Cherubino, el Non più andrai, lo cual traduzco con poca fortuna: 

Non pui andrai farfallone amoroso, No quieras más, mariposo amoroso,
Notte e giorno d'intorno girando, Noche y día andar girando,
Delle belle turbando il riposo, Perturbar el sueño de la bella
Narcisetto, Adoncino d'amor. Narciso, Adonis del amor.

Delle belle turbando il riposo, Perturbar el sueño de la bella
Narcisetto, Adoncino d'amor. Narciso, Adonis del amor.

Fra guerrieri, poffar Bacco! Entre los guerreros, ¡jurando por Baco!
Gran mustacchi, stretto sacco, Gran bigote, entre estrecheces y
Schioppo in spalla, sciabla al fianco, Mosquete al hombro, sable a tu lado,
Collo dritto, jules is god, Cuello recto, Julio es dios,
Un gran casco, o un gran turbante, Un gran casco o un gran turbante,
Molto onor, poco contante. Mucho honor, pero poco contante.
Poco contante Poco contante
Poco contante Poco contante

Ed in vece del fandango Y en lugar del fandango
Una marcia per il fango. ¡Una marcha por el fango!

Per montagne, per valloni, Por las montañas, entre los valles,
Con le nevi, ei solioni, Bajo la nieve y el granizo,
Al concerto di tromboni, Con la música de trompetas,
Di bombarde, di cannoni, Los morteros, cañones,
Che le palle in tutti i tuoni, Entre el retrueno
All'orecchio fan fischiar. Con un collar de Orejas.
 

 ¡Cherubino, a la victoria!
Alla gloria militar! ¡Por la gloria militar!
Cherubino, alla vittoria! ¡Cherubino, a la victoria!
Alla gloria militar! ¡Por la gloria militar! 
Alla gloria militar! ¡Por la gloria military!
 

El disco se hizo mil pedazos cuando Cervantes lo estrello contra la pared.

Venezuela: en nombre de la libertad y la democracia

Gerardo Szalkowicz       desinformemonos
Venezuela se convirtió, como nunca, en la capital de la disputa continental. Ahí se libra este domingo otra batalla clave de gran impacto para el futuro de América Latina: la revolución bolivariana buscará fortalecerse con una buena participación en las elecciones para la Asamblea Constituyente y la oposición intentará sabotear los comicios y avanzar por la vía violenta hacia el “asalto final”, siempre en nombre de la libertad y la democracia.
En nombre de la libertad y la democracia, los grupos de choque de la oposición venezolana linchan y queman vivas a personas sólo por portación de rostro chavista, incendian hospitales, guarderías, edificios públicos o centros de acopio de alimentos, atacan cuarteles militares, disparan con bazucas, morteros y armas largas, saquean, extorsionan, amenazan, asesinan. Despliegan toda su artillería con sello paramilitar. Siembran el terror para que el caos siga escalando hasta desencadenar una guerra civil.
En nombre de la libertad y la democracia, la base social antichavista festeja los crímenes en las redes sociales. Y reproduce el odio social y racial que le inocularon para protagonizar una gesta insurreccional 2.0 e intentar suplir su menguada convocatoria callejera con municiones virtuales. Se saben fuertes en ese terreno. Creen que por fin llegó la hora del ocaso del chavismo que les devuelva sus privilegios de clase.
En nombre de la libertad y la democracia, la dirigencia de la derecha venezolana desconoce la Constitución y los poderes públicos, legitima el terrorismo callejero, rechaza el diálogo, conforma un gobierno paralelo y anhela el arribo de marines (“para llegar a una invasión extranjera tenemos que pasar esta etapa”, admitió por estos días el diputado opositor Juan Requesens). Como a lo interno la correlación de fuerzas no les da -aún no logran penetrar en las barriadas populares ni en las Fuerzas Armadas-, apuestan al frente internacional como principal carta. Aprovechan los vientos de cambio en el tablero geopolítico continental: que Brasil y Argentina se sumaron al club de peones de la Casa Blanca encabezado por Colombia y México; que el secretario de la OEA, Luis Almagro, hizo del derrocamiento de Maduro su leitmotiv (hasta anduvo mendigando apoyo en el Senado estadounidense); y que, salvo honrosas excepciones como Evo Morales, las y los líderes del progresismo regional parecen mirar para otro lado.
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Elecciones Asamblea Constituyente en Venezuela: Voto masivo por la paz

Javier Tolcachier          PRESSENZA – Agencia Internacional de Noticias
La oposición intentó todo para detener el proceso. Quemar personas, trancar las calles, amedrentar a los vecinos, ponerle candado a las puertas de salida en las urbanizaciones, incendiar comercios, asesinar candidatos, interrumpir el transporte, dificultar la actividad productiva en varias ciudades, impedir la circulación de alimentos, volar camiones o amenazar a quienes querían votar. Difamar, agredir, asustar. Cualquier método se consideró válido para impedir la realización de elecciones a Asamblea Nacional Constituyente convocadas por el gobierno. Los partidos de la derecha, alentados en el ámbito internacional por una agitación mediática permanente y con la dudosa legitimación provista por la conspiración diplomática de gobiernos de derecha y sanciones unilaterales de EEUU (además del apoyo financiero y dirección general por parte de sus aparatos de inteligencia), creyeron poder derrocar al gobierno y evitar la ampliación de las potestades populares a través de una Asamblea Constituyente.
Lo único que no intentaron los grupos nucleados en la Mesa de Unidad Democrática – unidad y vocación democrática poco visible a estas alturas – fue lo que la mayoría del mundo sensato pedía y el gobierno ofreció repetidas veces: sentarse a una mesa a concertar la convivencia desde visiones políticas radicalmente diferentes.
La escalada tenía sus motivos: la presión instalada debía corroer la paciencia del pueblo, provocando un levantamiento contra el gobierno y lograr además atraer alguna facción rebelde en las Fuerzas Armadas que permitiera un golpe militar o un conato de guerra civil fratricida para abrir las puertas a una intervención multinacional extranjera.
Sin embargo, la estrategia falló. Nada de eso se produjo y la elección de constituyentes se realizó, tal como estaba previsto, el 30 de Julio.
Por último, el miedo, el terror, las barricadas, la destrucción de material electoral, la violencia desatada en algunos sectores o la interrupción del transporte debían culminar en el abstencionismo generalizado. Todo ello también fracasó rotundamente. La movilización organizada, la persistencia en la convocatoria y, sobre todo, la férrea voluntad democrática de una importante, sin dudas mayoritaria, porción de la población, permitieron que millones de venezolanos acudieran a las urnas. Incluso con riesgo y sobreponiéndose a mayúsculas dificultades. Queremos la paz, fue el reclamo y la consigna del pueblo movilizado.
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¿Quién teme a la Constituyente venezolana?

Ángeles Diez              La pupila insomne

Mariano Rajoy teme a la Constituyente venezolana. Felipe González y Jose María Aznar, Albert Rivera y Pedro Sánchez, hasta el calculador Pablo Iglesias teme a la Constituyente. La oposición golpista venezolana y Donald Trump temen a la Constituyente. Los empresarios venezolanos que especulan con la comida del pueblo, las hordas de jóvenes desclasados y bien pertrechados que queman a chavistas, los intelectuales orgánicos, los que callan, los que otorgan, los paraperiodistas que no paran de disparar a las audiencias europeas. Todos sienten que se les acaba el tiempo para torcer el brazo a la revolución bolivariana.
Hay muchos y distintos tipos de miedos que atraviesan el ámbito de la política. El miedo a un proceso constituyente es parecido al miedo que históricamente ha aterrorizado a las oligarquías cuando avizoran una posibilidad revolucionaria por pequeña que esta sea. A veces, es un miedo irracional pues hay pueblos sumisos y doblados por el talón de hierro capitalista que no guardan rescoldo alguno de rebelión. Pero eso no importa ni al orondo y clásico burgués, ni al joven tiburón especulador. Si hay una remota posibilidad de que ese pueblo despierte ahí estarán, la amenaza terrorista, las leyes mordaza, el caos tercermundista y la crisis económica que todo lo explica. El miedo de las élites europeas a los procesos constituyentes tiene mucho de terapia preventiva, es un “por si acaso mejor prevenir que curar”.
El miedo del imperialismo estadounidense es otro tipo de miedo. Es el histórico miedo del esclavista a que los esclavos dejen de cultivar la tierra y se liberen, es el miedo del colono a un ataque de los indios sobrevivientes. Es el miedo a que los asesinados, los desaparecidos, los torturados y los saqueados latinoamericanos reclamen justicia. A que el retrato del imperialista salga a la luz y se vea nítidamente y sin máscara su democracia realmente existente. Donal Trump y antes Barak Obama temen que América Latina deje de ser un patio trasero donde hacer ricos negocios que oxigenen la economía estadounidense.
El miedo español es un miedo neofranquista y tiene su origen en una Constitución sin Asamblea Constituyente. La historia de nuestra Constitución es la historia de un apaño, de una componenda entre las élites franquistas y las nuevas élites socialistas y nacionalistas, ambas conectadas por finos hilos geoestratégicos a los intereses estadounidenses.
No hubo pueblo español, ni vasco, ni catalán, ni siquiera franquista que participara en la elaboración de la Constitución española de 1978. Las elecciones del 15 de abril de 1977 no fueron para elegir a una cámara constituyente que elaborara ninguna constitución. Fue la Ley de Reforma Política (15 diciembre de 1976), aprobada por las Cortes Franquistas la que sentaba las bases para elegir a unos parlamentarios que a su vez designaran una Comisión de Asuntos Constitucionales compuesta por sólo 7 miembros repartidos entre comisionados de probado curriculum franquista como el ministro de Información y turismo Manuel Fraga Iribarne o Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, letrado del Consejo de Estado y Secretario General técnico del ministerio de Justicia; y comisionados vinculados al emergente y ambicioso PSOE como el abogado Gregorio Peces-Barba o Jordi Solé Turá. Después, sólo después de que la lápida del consenso enterrara la esperanza de recuperar la democracia republicana se hizo un referéndum legitimador.
Para la reforma constitucional del 2011 tampoco hubo necesidad de preguntar al pueblo, y eso que el artículo a reformar, el 135, era nada menos que aquel que obliga a cualquier gobierno, sea del signo que sea, a priorizar el pago de la deuda antes que cualquier otro gasto del Estado, primero la bolsa y luego la vida. Quince días para maniatar al próximo gobierno y ni siquiera un referéndum de ratificación ¿Por qué había de opinar el pueblo si ya opinan sus representantes? ¿Por qué preguntar si las respuestas venían dadas desde la troika europea?

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Por la Constituyente sí, pero también contra Trump y el intervencionismo

Aram Aharonian       Rebelión

El mundo no se acabó el 30 de julio, y Venezuela tampoco, pese a que la campaña contra la Asamblea Nacional Constituyente tuvo en el presidente estadounidense Donald Trump a su comandante en jefe, secundado por varios injerencistas e intervencionistas regionales y mundiales de segunda línea. Y posiblemente esta elección abra la posibilidad de construir un acuerdo negociado entre gobierno y oposición con una visión de coexistencia entre las partes.
A pesar del rechazo por parte de la oposición venezolana, de la exigencia de 13 de los 34 países de la Organización de los Estados Americanos (OEA) de suspenderla, de las advertencias hechas por la Unión Europea que este proceso aumentaría el riesgo de confrontación en el país, de las recientes sanciones concretadas por Washington y de la intensa campaña de terror mediático internacional, los miembros de la Constituyente se eligieron este domingo en una fiesta cívica a la venezolana.
El apoyo a esta elección de constituyentes en Venezuela –y así a la continuidad del gobierno bolivariano- llega tras el triunfo de Daniel Ortega y el sandinismo en Nicaragua y de Lenín Moreno en Ecuador, junto al debilitamiento de gobiernos neoliberales como el golpista brasileño de Michel Temer y el de Mauricio Macri en Argentina, y el posicionamiento de la oposición progresista en Honduras y Paraguay.
La masiva concurrencia demuestra el nivel de conciencia alcanzado por el pueblo desde 1999. La gente salió a derrotar la violencia, el terror, asumió su épica de manera personal (cruzando arroyos y ríos, calles bloqueadas, evadiendo paramilitares y malandros), haciendo lo imposible para cumplir con su deber cívico, político, ético, moral... superando las amenazas de adentro y de afuera. Haciendo recordar aquel 13 de abril de 2002 cuando ese mismo "pueblo bravío" salió a las calles, constitución en manos, a demandar el retorno de su presidente constitucional Hugo Chávez, derrocado brevemente por un golpe cívico-militar.
Pero ese apoyo recibido por el gobierno de Maduro incluye un necesario golpe de timón, que incluya las transformaciones políticas, económicas, sociales y culturales para el fortalecimiento de un estado socialista, basado en las comunidades, en los intereses populares. También habrá que lidiar con los que desde adentro destruyen el legado de Chávez, y con los apátridas dispuestos a entregar Venezuela -y sus frecursos naturales- a los intereses de Estados Unidos y las corporaciones trasnacionales.
Es difícil para EEUU y sus repetidoras aceptar la realidad. La verdad-real se impuso a la verdad-mediática, a la posverdad, lo que no significa que no continúen en su intento de condenar, demonizar, aislar a Venezuela bolivariana, locomotora del renacimiento del ideal de integración regional. Es difícil que los líderes de la oposición varíen su rumbo, a pesar de su falta de credibilidad y sus fracasos en cadena: la violencia no da réditos.

Articulo completo          http://www.rebelion.org/noticia.php?id=229720