... Y estando los discípulos de la Orden del Señor congregados en la plaza junto a un fuego de hojarasca, hete aquí que la brisa pareció aquietarse de repente, y entonces como de la bruma iluminada apareció Él mismo en toda su radiante figura. Llevaba larga barba blanca hasta las rodillas y una túnica blanquísima y sandalias de oro, parecía un anciano, pero su vejez era de milenaria sabiduría bajo la calva venerable, el semblante arrugado y el aura triangular con el ojo único. Y los discípulos cayeron de hinojos y lo adoraron.
Entonces Él dijo: "Haréis mi mandato si queréis ser salvos, porque desdichado aquel hombre que no sigue los dictados de su Creador". Y todos asintieron. Habló nuevamente el Señor: "Caminaréis a mi alrededor a cuatro patas, y daréis siete vueltas, no seis porque no habréis cumplido mi voluntad, ni tampoco ocho porque de ese modo demostraríais soberbia. Sean siete y sólo siete y nada más que siete". Y los discípulos se pusieron a cuatro patas y comenzaron a dar las vueltas en torno a la majestuosa figura contando en voz alta para no faltar a la voluntad del Señor. "Habéis cumplido" -dijo al terminar la ordalía- "El Reino De Dios ahora está más cercano para vosotros". Y los discípulos, con las rodillas desolladas sonrieron.